Durante la eucaristía, el obispo ha sido tajante: «Muchos piensan que Dios es un impedimento para el progreso; un estorbo y un freno en la conciencia para la convivencia en paz. Pero nosotros estamos seguros de que sin Dios no se puede construir una ciudad humana».
En este sentido, y con motivo de la 56 jornada mundial de la paz, monsejor Fernández le ha pedido a Dios «que nos bendiga, porque si contamos con su bendición y con Dios mismo, tendremos paz. Las disensiones, las divisiones y envidias, las guerras vienen cuando nos alejamos de Dios. Cuando queremos hacer la vida por nuestra cuenta. Eso siembra zozobra en la convivencia humana».
Recuerdo al Papa Emérito Benedicto XVI
El obispo, durante su homilía, también se ha centrado en la Virgen María, puesto que «celebramos la fiesta principal del a Virgen a lo largo de todo el año litúrgico, María, la madre de Dios. Acudimos a ella, a la Madre de Díos, con ese título tal como lo ha definido el concilio de Éfeso».
Según ha explicado el prelado, para ser Madre de Dios, «Dios la hizo purísima, librándola de todo pecado, incluso del pecado original», preparando así para su Hijo una digna morada. Y porque es la Madre de Dios, su cuerpo no ha conocido la corrupción del sepulcro, sino que ha sido elevada en cuerpo y alma a los cielos, en el misterio de la Asunción.
No es que María haya dado origen a Dios, «más bien ella ha sido creada por Dios como todos nosotros, pero ella le ha dado al hijo de Dios la naturaleza humana, sobre la cual ha venido el alma creada».
Monseñor Fernández ha acabado evocando la figura del Papa Emérito Benedicto XVI, «que ayer fue llamado a la casa del Padre y terminó el curso de su vida en la tierra. ¡Cuánto bien nos ha hecho, no lo podemos cuantificar! Y ahí queda una vida entregada a Jesucristo y a su Iglesia. En sus últimos años nos ha dado un gran testimonio de humildad y de oración».
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