En la muerte de Lorenzo Palomo

Con su muerte, quienes tuvimos la dicha de contar con su amistad nos vemos privados de su sabiduría y ejemplaridad personal, y la música sin un apasionado servidor que no dejó de enaltecerla desde sus años de formación en Córdoba allá por los años cincuenta del pasado siglo hasta su muerte.

Porque Lorenzo Palomo era profundamente cordobés, aunque hubiera nacido circunstancialmente en Ciudad Real y viviera la mayor parte de su existencia fuera de España. En efecto, tras sus estudios aquí, vendría la ampliación de los mismos, en piano, composición y dirección, primero en Barcelona y luego en Nueva York. Así, con una sólida formación, en 1973 lo veremos como director de la Orquesta de Valencia, más tarde como profesor en San Diego (Estados Unidos) y desde los albores de los ochenta en la Ópera Alemana de Berlín, donde permanecería hasta su jubilación compartiendo responsabilidades con los mejores directores del mundo y colaborando con las voces de leyenda que año tras año pasan por ese templo de la lírica internacional.

Pero su principal vocación fue siempre la composición y, de ahí, su formidable catálogo de obras, particularmente relevante en el ámbito sinfónico, vocal y guitarrístico. Interpretadas por grandes orquestas de Europa, América y Asia, por intérpretes de la categoría de Montserrat Caballé, María Bayo, Pepe Romero, Frübeck de Burgos o López Cobos, puede decirse que la música de Lorenzo Palomo se ha escuchado y aplaudido en las más importantes salas y teatros del mundo.

Hombre esencialmente bueno y generoso, enamorado de Córdoba hasta lo más profundo de su ser, la última vez que pudimos deleitarnos con su música fue en la Mezquita-Catedral en noviembre de 2022, dentro del Festival Rafael Orozco y ante un millar de personas. Aclamado por el público en pie tras escucharse sus maravillosos Nocturnos de Andalucía, por Josu de Solaun y la Orquesta de Córdoba con Domínguez-Nieto en el podio, Lorenzo no desaprovechó la ocasión para, con micrófono en mano, declarar por enésima vez su apasionado amor a Córdoba. Descanse en paz el amigo y maestro, al que nuestra ciudad le debe desde este momento un gran homenaje en su memoria.