El mercado andalusí llena Córdoba de aromas y músicas de otros tiempos

Esas otras cosas son productos artesanos pintados por ella donde destacan ratoneras del Ratón Pérez con puertecitas de madera con una escalera y un recipiente para guardar el diente del niño.

Como ella, multitud de artesanos y hosteleros se distribuyen por el mercado medieval, esta vez mercado andalusí, que se extiende en el entorno de la Torre de la Calahorra. Todos ellos perfectamente ataviados en un evento que transporta al público a épocas pretéritas.

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Rafael Carmona

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El espíritu renovado de un mercado cordobés que ha ido tanteando caracterizaciones desde la romana a la medieval, se percibe en un mayor número de puestos de inspiración árabe y la música que emana de muchos de ellos. Virginia Segura y Fernando Losa vienen de Granada y reconocen que estas variantes son privativas de la ciudad, y que en otros lugares no suelen cambiar de esa manera.

Su puesto se dedica a la enseñanza de alfarería para mayores, y como desafío a los niños que se atrevan, en pequeños tornos, a llevarse el utensilio que ellos mismos fabriquen. «Cada niño es una aventura, a unos les sale todo a la primera, a otros no, pero se van encantados gracias a jugar con barro y agua».

Si los niños se van encantados de este puesto, poco más allá se topan con otro lleno de chucherías gigantes, como regalices o pirulís. De él se ocupa Juan López, que combina su trabajo en el mercado andalusí con la hostelería. «Tenemos la cervecería Los Ibreños», detalló.

El negocio se encuentra en Ibris, un pueblo de menos de 3.000 habitantes de Jáen, situado entre Úbeda y Baeza y Linares. Está claro que los mercaderes andalusís conocen el término diversificación.

Hay puestos que huelen especialmente bien, como el dedicado a jabones. Regentado por Vanesa Ramos, que procede de Torrijos, en Toledo, donde elaboran toda una gama de estos productos con multitud de propiedades. Los comercializan en estos mercados desde hace más de quince años. «Elaboramos todos los jabones con aceite de oliva, que es muy hidratante para la piel, y nos distinguimos porque no echamos perfumes de color ni olor».

Sí añaden otros productos, cada uno con sus particulares propiedades, como leche de burra, barros del mar muerto, argán, coco, azufre, aloe vera, avena u ortiga, uno de los preferidos de Vanesa al ser una planta típica de su pueblo.

Una bebida típica de este tipo de mercados es la hidromiel, muy difícil de encontrar en la hostelería, salvo en sitios indicados, mas abundante en eventos como éste debido a ser la bebida alcohólica que se cree más antigua, lo que va en perfecta sintonía con el ambiente.

Alberto Vergara procede de Cuenca y ofrece tanto mieles como hidromieles. «En España hay un desconocimiento brutal sobre esta bebida», ha manifestado mientras explica sus variantes artesanas: una más dulce, semi-seca, aromatizada con vainilla y con frutos del bosque.

Un puesto curioso es el que preside Esther Cañabate, de Hellín, en Albacete, dedicado a convertir el fuet en un producto exquisito que deja al famoso Tarradellas en mero aprendiz.

Esther realiza una visita guiada por el imprevisible mundo del fuet premium: «tenemos fuet de cayena, mejicano, cebolla caramelizada, tomate seco, pimienta negra, ajo a las finas hierbas, chimichurri o flores silvestres». Todos ellos tienen una apariencia en la que el fuet cuenta con añadidos. Pero hay más, ningún fuet de aspecto normal... es normal «son de queso manchego, jamón, nueces, boletus, trufa, queso azul, sabor ahumado o foie-gras».

La inauguración del mercado andalusí ha contado con un desfile desde la Puerta del Puente con músicos, danzarinas del vientre y peculiares monstruos o brujas que han hecho las delicias de los paseantes y turistas. Muchos de ellos se han hecho fotos con estas criaturas en un día soleado en el que se esperaba lluvia, por lo que alguna de las participantes en la comitiva le indicaba a un ser del averno: «Tu hechizo ha funcionado».