María Jesús, la enferma de ELA que desde Córdoba salvó seis vidas al donar sus órganos: «Quería seguir ayudando»

Por eso quiso que sus órganos, los órganos de una mujer todavía joven, sirviesen para dar vida a otras personas. Se hizo donante y seis de los órganos pudieron trasplantarse y salvar vidas.

La historia la contó ayer el padre de María Jesús, Eugenio Aroca, en el marco de la Semana de Donación que se celebra en el hospital Reina Sofía para fomentar precisamente que las familias sigan dando la respuesta afirmativa cuando se plantea la donación de la que pueden salir uno o muchos trasplantes.

Como contó en una entrevista a la cadena Cope, muy poco tiempo después del diagnóstico, a las dos semanas, María Jesús Aroca acudió con su familia al hospital Reina Sofía para informarse del proceso. «Quería saber qué pasos tenía que dar y qué decisiones debía tomar», explicó el padre. Lo quería hacer sin prisas ni presiones para saber lo que significaba.

El acto de la donación es muchas veces urgente: se pregunta a la familia, en una situación de grave tensión y dolor, si quiere entregar los órganos y ellos, en más de un 90 por ciento de los casos, dicen que sí. María Jesús lo decidió con calma, cuando sabía a dónde la llevaría su enfermedad.

A los dos años ya tenía hecho el testamento vital, en que además renunciaba a la traqueotomía, que hubiera alargado la vida, aunque con algo más de sufrimiento. Es algo que también hizo el exfutbolista Juan Carlos Unzué. enfermo de ELA.

Lo plasmó también en un documento que llevaba por título 'Hasta aquí hemos llegado', y en el que daba cuenta de su voluntad de que los órganos sirvieran a otras personas necesitadas de trasplantes. En los últimos tiempos tenía que comunicarse con los suyos gracias a un sistema tecnológico.

Hablaba de su voluntad de ser donante de órganos con un sentido del humor ácido y negro, que no le abandonó ni en sus últimos meses, según relató su padre: «Me voy para el desguace». Es decir, habría partes de ella que seguirían latiendo en otros cuerpos, como a veces se aprovechan los restos que dejan los automóviles descartados.

Y el humor escondía mucho de trascendencia y buena voluntad: «Detrás de esa frase había una convicción muy seria: que su cuerpo podía seguir ayudando cuando ella ya no pudiera». Seis personas vivieron tras recibir los órganos en trasplantes, después de su muerte no hace mucho, en octubre de 2024. Era su forma, como ella misma decía, de «coger vuelo».

Eugenio recuerda con mucho dolor la enfermedad y muerte María Jesús, y cuenta cómo lloró mucho, aunque jamás delante de ella: «Necesitaba fortaleza y se la debía. Además, soy creyente y eso también me ha ayudado». Se mueve también para pedir investigación de la enfermedad, y por eso este verano hará el Camino de Santiago en la iniciativa 'Compostela 25', en que se hará un homenaje a los enfermos y fallecidos.

Tras la muerte de su hija, Eugenio Aroca asumió en parte su espíritu. Ahora está jubilado y recorre muchos lugares, entre otros los colegios, para hablar de la importancia de la donación, incluso para personas con la misma enfermedad que se llevó a su hija: «Sus órganos están en perfecto estado. Muchas personas no lo saben o piensan que no pueden donar».

Se dedica a contar su historia: «Lo que hizo, lo que decidió y lo que nos enseñó». Todo «para que otros también lo hagan, para que se entienda que donar no es una pérdida, es la forma más hermosa de seguir estando». Para que haya personas con una enfermedad grave que reciban algún día reciban «la llamada que están esperando para seguir viviendo».