Después de la Selectividad

Y ahora, por fin, viernes. No recordarán, de momento -corta vida, cortos recuerdos-, un viernes más esperado que este. Llegarán después, con los años, otros muchos viernes codiciados, pero este será para siempre el primero, con secuelas decisivas, y, como todas las primeras veces, inolvidable.

Tal vez hayan amanecido, o todavía no, después de tres duros días y habrán observado, como en el poema de García Montero, que, 'por libros ordenados, […]/por la mesa/sin papeles, libretas ni bolígrafos,/[…], quien se acerque a mi casa/puede encontrar un día/completamente viernes'. Como hoy en las suyas.

Semana de nervios e incertidumbre para el alumnado y también para sus familias. No es para menos cuando lo que se juega tiene la llave del futuro, aunque buena o mala suerte quién lo sabe. Semana también de las primeras confesiones sobre la pregunta que durante tanto tiempo los ha perseguido: ¿tú qué quieres estudiar? y cuya respuesta, en gran proporción conforme a las estadísticas, sigue siendo un rostro perplejo y una displicente alzada de hombros. ¡Bendita primera juventud, la que todavía no juega con lo inexorable, más indulgente que la segunda de quienes nos preguntamos ya qué queremos ser de mayores!

Las pruebas de selectividad comenzaban el martes bien: con el examen de Lengua y Literatura. En las preguntas, Luis Cernuda, junto a Gaite y Baroja. Buen trío y la voz del poeta como presagio y mandato: 'sigue, sigue adelante y no regreses,/fiel hasta el fin del camino y tu vida,/no eches de menos un destino más fácil,/ tus pies sobre la tierra antes no hollada,/tus ojos frente a lo antes nunca visto'. ¡Feliz nueva etapa!