Mirar y ver
Casarse
Revindicar el matrimonio es creer que el amor une inseparablemente la vida y que es posible vivirlo con hondura y para siempre; que el compromiso, cuando es gratuito y fiel, no es renuncia
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Iniciar sesiónSeptiembre es mes de bodas. Así lo confirman estudios de tendencias y los análisis de instituciones como Esade. Es el preferido para casarse, más del 20% de los matrimonios del año se celebran en este mes, del que los días 6 y el ... 20 son los más elegidos. El informe del sector nupcial 2025 aporta otros aspectos de interés, como que la edad media de casamiento en España es de 36 años, que casi el 20% pertenece a la generación Z, que los amigos y los eventos sociales le ganan la partida a las aplicaciones de citas y que el mercado de las bodas está en clara pujanza. Sin embargo, parece que, cada vez, menor número de personas quisieran casarse. La tasa de matrimonios apenas supera el 50 % y según el Observatorio Demográfico CEU, algo más de la mitad de los españoles jóvenes no lo harán nunca.
La cultura dominante propone una visión del ser humano como individuo autosuficiente, independiente y desvinculado, e incita a convertir la satisfacción y realización personal en principal objetivo existencial. Es esta una visión estéril y empobrecedora, que despoja a quien la asume de lo más identificativo humano: su ser en relación. Desvinculados de la realidad, de los otros y de Dios, somos sólo un individuo solo. En este contexto, el amor se vuelve frágil, entre el emotivismo y lo provisorio. No se concibe como entrega, sino como un espejo de deseos y necesidades personales. Las emociones son su criterio y medida, por lo que los vínculos se hacen menos comprometidos, duraderos y consistentes y el amor se reduce a una vivencia mudable, sin anclaje en la verdad ni en un proyecto de vida compartida. Como alertaba Bauman, en la modernidad líquida, donde nada permanece y todo fluye, el amor también se ha hecho líquido.
Pero no nacemos para la soledad, sino para la comunión. Nuestra creída autonomía es una ficción, nadie puede darse a sí mismo la vida. Estamos aquí porque alguien nos amó, desde antes de conocernos, y gracias a quienes nos han amado y nos aman. Esta experiencia fundante de amor y pertenencia es el lugar seguro donde poder vivir confiados y crecer en un amor desinteresado e incondicional.
Por lo tanto, revindicar el matrimonio es creer que el amor une inseparablemente la vida y que es posible vivirlo con hondura y para siempre; que el compromiso, cuando es gratuito y fiel, no es renuncia, sino plenitud de una alianza que no se impone; que el amor no elimina dificultades, pero las vence con su fuerza; que el amor se transparenta a raudales en los hijos y en la familia como lugar en el que se nos quiere simplemente por ser; que en él está el sentido de la vida y que el matrimonio es un amor que se encarna, transforma la existencia y la hace fecunda.
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