Opinión
Arte por la paz
Cada guerra, ya con implicaciones planetarias, es también nuestra y nos convierte en cómplices o víctimas
Milán, aquellas pequeñas cosas (26-4-24)
Después de las guerras del siglo pasado, creímos que estaban ya desterradas, pero aún quedaba mucho por ver. La globalización ensanchó nuestra percepción del mundo e hizo de él una aldea bien interconectada; cada guerra, ya con implicaciones planetarias, es también nuestra y ... nos convierte en cómplices o víctimas.
En la exposición 'Ecologías de la paz', coorganizada por el TBA21 Thyssen- Bornemisza y el Centro de Creación Contemporáneo de Andalucía, cuarenta artistas reflexionan, a través de sus obras, sobre las agresiones contra la paz y sus desafíos, muestran las causas y plantean cómo trabajar por alcanzarla. Al entrar en el recinto que la acoge, brota un sentimiento de inquietud. El espacio de losas desnudas de frío hormigón, despojado de todo, la hace más evidente. Se trata de una lección contra lo inaceptable, la paz no es solo la ausencia de guerra, sino también las múltiples violencias que dinamitan la concordia, el derecho, la justicia, el acuerdo y la estabilidad.
Asistimos al ataque al teatro de Mariúpol en Ucrania, a las guerras libanesas, el 11-S, la guerra de Irak, el conflicto Palestino-Israelí y a muchos otros olvidados. Asimismo, a sus consecuencias: muertes, duelo y traumas, ataques a infraestructuras y degradación medioambiental. Contemplamos, con miedo bajo un techo de cazabombarderos, su impacto en la población civil, expuesta al horror de la guerra.
Con la mirada perspicaz e inteligente de la creación artística, se expresan las otras formas de violencia: colonialismo, ocupación, segregación, marginación, represión y ecocidios, como la relación humana con el medio natural, causa de la extinción de especies, las consecuencias del uso de combustibles fósiles, la explotación de los fondos marinos, la extracción extensiva de recursos naturales, como los elementos de las tierras raras, codiciados por sus aplicaciones en telefonía, iluminación, armamento o medicina, que provocan especulación, ocupaciones de tierras, destrucción de ecosistemas, desplazamiento forzoso de poblaciones y explotación laboral.
En un mundo que arde en conflictos, el compromiso por la paz, tan necesario, podría pensarse utópico; pero la utopía es como el horizonte, que, aunque parece que nunca se alcanza, como dice Galeano, sirve para caminar hacia ella. ¡Que así sea!
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