MIRAR Y VER
Apagón
La búsqueda de respuestas quedó truncada, ni televisión, ni redes. Información cero. La radio de siempre, de pilas, nos salvó
El CEO de la firma cordobesa Unieléctrica, sobre el apagón: «Para mí, la hipótesis más plausible es el ciberataque»
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Iniciar sesiónLa sociedad contemporánea se creyó hija de Prometeo, se convenció de que era posible robar el fuego a los dioses, ser como ellos y asumió la falacia de la omnipotencia humana. Tan avanzados, tan orgullosos del progreso, tan encumbrados, tan narcisistas, tan vanagloriados del ... poder, tan sabios, tan poderosos, tan fuertes. Y tan quebradizos. Un apagón generalizado ha sido suficiente, sin negar su peligro, para mostrar la indefensión más absoluta, la vulnerabilidad más inerme. ¡Qué fragilidad! Acostumbrados a la velocidad sin pausa, a correr contra el tiempo, a estar siempre ocupados como trampa de felicidad, a producir sin descanso por el éxito, a hacer y hacer deprisa, como si en ello se fuera el alma y la vida..., de pronto todo quedó en suspenso, detenidos por obligación, el país paralizado, sin luz y sus beneficios. El desasosiego fue la reacción primera, una sensación imprecisa de inquietud y preocupación desconcertada. El desconocimiento de la causa, arreciaba la incertidumbre. Se juega mal en esa cancha. Frente a ella, preferimos el control, porque nos consideramos capaces de dominar a nuestro antojo las circunstancias y también las decisiones de los demás. Este espíritu controlador, signo de la época, no sabe soltar, aflojar, confiar, precisa seguridad inmediata y lo que estaba ocurriendo era, en el sentido más literal y material, un ataque a esa necesidad. Se podía intentar resolver los efectos de la situación, el restablecimiento del suministro eléctrico, y, en ello, se trabajó duramente, pero la pregunta sobre el qué y el porqué estaba, y sigue estando, en el aire. Conocer las causas es esencial aspiración humana; no llevamos bien el azar y el sinsentido. El desconocimiento aventuraba posibilidades. Una avería a esa escala era difícil de comprender, ¿un ciberataque?, ¿el comienzo de algo peor? La búsqueda de respuestas quedó truncada, ni televisión, ni redes. Información cero -la radio de siempre, de pilas, nos salvó-. Dejaron de funcionar la telefonía móvil, internet y todas sus aplicaciones.
El CEO de Unieléctrica, sobre el apagón: «Para mí, la hipótesis más plausible es el ciberataque»
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Los interconectados habitantes del siglo XXI quedaron, por demasiadas horas, aislados, cada uno en su rincón al aguardo de una esperanza, imposibilitados para satisfacer en un clic el afán de saber y sin contacto con los demás, incluso con la propia familia. Pensaron entonces en los hospitales, en los posibles atrapados en cualquier lugar, en los enfermos, en los pasajeros de trenes, metro y aviones, en ciudades colapsadas y oscuras, en las emergencias y urgencias que no se podrían atender. Y sintieron miedo, no solo por las consecuencias de la falta de luz, sino por la fragilidad misma, porque una sociedad incomunicada, desinformada y despojada de su seguridad, se convierte en individuos asustados, solos e impotentes. John Donne advertía, que «ningún hombre es una isla entera por sí mismo/ [...] es una pieza del continente, una parte del todo» y que, por ello, «nunca preguntes por quién doblan las campanas/. Doblan por ti».
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