La Graílla
Extrema derecha, calor extremo
El que estas noches clementes no se haya asfixiado tiene que leer menos en la terraza y ver más los telediarios
Luis Miranda: El voto identitario
Esta casi brisa sutil que acaricia los brazos que a media noche disfrutan de la calma de una terraza, este fresco que por las mañanas de Córdoba trae recuerdos salados de algún amigo que madruga para ver el Mediterráneo en calma, estas sábanas ... que al alba tapan el cuerpo para que no duelan los músculos que se habían confiado, en realidad son episodios de un verano de calor extremo, hitos de un mapa en las tonalidades urgentes de la sangre recién brotada.
El que estas noches clementes no se haya asfixiado tiene que leer menos y ver más los telediarios para saber que debe ponerle una vela a Santa Greta y pedir al poder que le limite el coche, le corte el aire acondicionado y no le permita viajar, aunque sea en busca de museos, monasterios y paisajes.
Los cordobeses que comen con la tele puesta se habían preparado para un incendio urbano y ahora pasan los días en que se va acabando julio y comienza agosto con alguna jornada tórrida y ciertas noches sin dormir, como toda la vida en esta época, pero aunque hayan tenido una semana tranquila, saben que no tienen que confiarse.
Ya vendrá alguna alerta amarilla para recordar que también los 39 son infernales; si se puede dormir por las noches sin aire, el mapa del tiempo avanza bermellones y púrpuras para que suba en la cabeza el mercurio que no ha escalado tanto en el termómetro.
En septiembre, cuando ya no haya noches tropicales, caribeñas ni hawaianas, mirarán alguna estadística que diga que aunque las máximas no hayan sido mayores que las de 2022, sí hay que preocuparse porque nunca subieron tanto a las 11.03 de los martes. Ojo cuidao con eso.
Como han calentado las palabras el aire seco del verano de Córdoba en la piel de los que todavía no se pueden ir a la playa, cambiaron también el clima de las elecciones, tal aquella «extrema derecha, derecha extrema» con que el presidente del Gobierno comenzó a levantar la trinchera de resistencia que pocos esperaban.
Desde el domingo la mayoría absoluta que levantó Juanma Moreno para abrir una nueva era parece tan vulnerable como los escaños de Arenas y la de Bellido, sin haber cambiado nada, se ve cercada por alguno de aquellos pactos de izquierdas de la época en que los presupuestos se votaban en una asamblea de revolucionarios animalistas y desocupados.
Las consecuencias de un pacto que tendrá que negociarse con un prófugo las disfrutarán o pagarán todos los españoles, pero para quienes han visto que las urnas siempre tienen otra vuelta quizá ayude a no dormirse.
Si les van a decir extrema derecha o derecha extrema cada día, uno tiene tres años y otro cuatro para distinguirse, sacar la agenda por la que los han votado y no caer en la tentación de pedir perdón poniéndose socialdemócrata. En las urnas pocos les van a agradecer el recién nacido Consejo Andaluz de la Cultura, que suena a recarga del Régimen y se entiende mejor en esos restaurantes junto al mar donde sirven espetos.
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