Desde mi rincón

Responsabilidad de la soberanía

Nuestro error parte al considerar las mentiras de los políticos como algo inherente a su condición

José Luque: La hora de la ciudadanía

Decía la pasada semana que si perdemos la confianza en nuestros representantes políticos la calidad democrática se deteriora. Hoy traigo las palabras de la filósofa y senadora socialista, Victoria Camps, diciendo que «la democracia necesita una virtud: la confianza. Sin su construcción, ... no puede haber una auténtica democracia». ¿Podemos estar dilapidando la soberanía que como pueblo tenemos, aceptando unas reglas de juego que nos obligan a delegar el ejercicio de esa soberanía en personas en las que no confiamos, u optar entre votar en blanco o no votar?

Nuestro error como soberanos parte al considerar las m

entiras de los políticos como algo inherente a su condición. Sonreímos cuando el profesor Tierno Galván dijo al inicio de la democracia que «las promesas electorales están hechas para no cumplirse». No es concebible que un pueblo que recibe la soberanía, calle ante un sistema de listas cerradas y propuestas por los partidos en las que, en campaña, sus responsables mienten más que hablan o prometen aquello que no saben si podrán o sabrán cumplir.

¿Cómo aceptar sin consecuencias políticas que el Partido Socialista prometa ahora una cascada diaria de viviendas de protección oficial, cuando en 2018 ya prometía la construcción de cien mil y, gobernando en España, no ha sido capaz de ejecutar ninguna? Mirando a lo más cercano nos encontramos con un gobierno municipal en Córdoba que en 2019 prometió dotar de 720 plazas de aparcamiento el Centro de la ciudad y ahora nos dicen que no hay financiación para las mismas. O cuando el actual alcalde prometía en 2019 construir, entre 2020-2024, 2.000 viviendas con límites de precio o renta, y a la fecha ni están ni se le esperan. Con diferencias en el tamaño de las mentiras o promesas, todos los partidos son iguales.

El día que el pueblo rechace a los políticos que les mienten o hacen promesas sin unas mínimas garantías de cumplimiento, ese día, y sólo ese día, habrá demostrado ser digno de cargar con la responsabilidad que conlleva la soberanía.

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