Pretérito Imperfecto
La estación Julio Anguita
Los socialistas que hoy se desarman en videos y tuits lo convirtieron en un demonio, diana de mofas y perjurios
Puede que la coherencia que siempre pregonó (y dio trigo) Julio Anguita mirase hoy con media sonrisa burlona el sincronizado movimiento del Gobierno Sánchez y su socio Sumar para titular con su nombre, el del primer alcalde de la reciente democracia en Córdoba ( ... que no democrático, porque ya hubo otro antes), la estación de tren de la ciudad. Apoyado en esa firmeza argumental sería el primero en recordar que don Luis de Góngora y Argote tenía la venia antes, y hasta en tres ocasiones, por el mismo pleno mayoritario que apoyó el mismo reconocimiento para el político nacido en Fuengirola (hoy, 'Cordobés adoptivo'). La misma media sonrisa afilada apuntaría al sarcasmo con el PSOE deshaciéndose en vídeos y tuits elogiosos sobre don Julio, otrora demonio y mentor de la pinza, objeto de las más cruentas e ingeniosas mofas y descalificaciones socialistas hacia su otra orilla y aquel 'programa, programa, programa' que le chirriaba tanto a Felipe González. O el dominó con Aznar. Por no hablar de la lucha antiterrorista.
Son esas cosas que acaban pasando en Córdoba, donde lo primero que hacen los descendientes políticos de Anguita cuando gobiernan es quitar placas de las calles y nombres que la sociedad hace costumbre sin recelos, y los populares nominar espacios emblemáticos de la misma ciudad ante lo que se da en llamar clamores. Ni el propio Julio Anguita alteró el callejero en sus años de alcalde y elogió la labor de otro regidor como Antonio Cruz Conde como la mejor. Lo primero se llama 'justicia social' y 'memoria histórica' -por cierto que la ley de Sánchez llega hasta el final del primer mandato del regidor comunista-. Lo segundo, complejidad política. El dominio de la escena y la simbología será siempre una asignatura inalcanzable para la derecha, aunque llevemos ya casi medio siglo de esta etapa democrática que inauguró el incombustible político. Y una docta habilidad de la izquierda. No deja de ser un síntoma más de lo politizada que siempre ha estado (y sigue estando) Córdoba. Tal vez producto de una arquitectura sociológica que armó el propio protagonista de esta mención y aún pervive.
Ironías del momento, es una lástima que vayan a ponerle el nombre a la estación justo cuando ésta se ha convertido en el escenario del caos ferroviario y la auténtica dejadez de un servicio público que deja cada mañana tirados a muchos miembros de la clase trabajadora. Cuando no a medio país.
Revueltas aparte, no buscan estas palabras cuestionar los merecimientos de un político de la talla de Julio Anguita, cuya impronta y defensa de sus ideas en la forma, un valor hoy extinguido, siempre se imponen a sus fallos. Aquella Córdoba no era fácil, ni aquel ayuntamiento disponía de la boyante cartera que hoy atesora. Otra cosa son los símbolos.
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