El coste de mantener la belleza de un patio en Córdoba y el esfuerzo por no cejar en el empeño

ABC Córdoba ha consultado a varios propietarios de patios que se presentan a concurso en la zona de San Agustín y Santa Marina. En el número 13 de la calle Zarco, su cuidador, Santiago Hernández, hace un pequeño resumen de las ayudas que reciben: la bonificación del 95% del IBI y la subvención por participación, que según el tamaño del patio se encuentra entre los 2.500 euros y los 2.400.

En el caso concreto de este patio se traduce en 2.500 euros precisamente, cuando aproximadamente se gasta unos 6.000 en su mantenimiento a lo largo del año. «Para tener un patio al nivel al que tiene que estar para competir en el concurso se necesitan muchísimos recursos, las ayudas son muy laxas imaginándonos que tuvieran que pagarte por horas según la dedicación que requiere el patio». Las reivindicaciones de Hernández se dirigen sobre todo la rehabilitación de los recintos de arquitectura antigua, debido a los problemas constantes que surgen por el paso del tiempo. Y pone un ejemplo: «este mismo verano tengo que arreglar el tejado, y solamente la mitad del mismo ya me sale en 16.000 euros, con esos 2.500 que dan por presentarte…, no te llega».

En la zona de Santa Marina se encuentra el que quizá es el patio más popular de la ciudad gracias a los constantes premios que consigue en el certamen. De hecho, es el segundo más laureado de Córdoba tras el de San Juan de Palomares. El número 6 de la calle Marroquíes se puede considerar de récord, pero también en superficie o macetas (ahora mismo cuentan con casi 5.000).

«Sin ganar premios no podríamos mantener este patio», asegura Joaquín Molina, una de las personas que habitan este recinto antiguo que parece un pequeño callejero de miniatura. «Tenemos dividido el trabajo, pero a mí solo ya me tocan 300 macetas». Por las peculiaridades, tamaño y características de este patio resulta muy difícil que no consiga algún reconocimiento cada año del festival, lo que hace que no les cueste dinero a sus inquilinos. «En nuestro caso tampoco podemos pedir más, lo que nos llegue está bien», admite Molina en una primera jornada atestada de público y medios, con el patio lleno de vida y un bullicio incesante. Este año dice que van a por todas después de conseguir el segundo premio el año pasado.

Apenas a tres o cuatro minutos andando se encuentra el patio de la calle Tafures número 2. Ambos son un contraste. El primero muy amplio y con gran entrada de luz solar. El de Tafures pequeñito y en penumbra. Eso hace que su propietaria, Francis Serrano, tenga que cultivar las plantas en la azotea o en otros puntos de la casa y luego trasladarlas. Debido a ello casi todas se le mueren en verano. Sucede algo parecido en cuanto al traslado de plantas en el 19 de la calle Ocaña, donde su propietaria, Antonia Lucena, tiene que realizar el mismo trabajo de idas y venidas. Ambas, que son personas mayores, echan de menos ayuda como mano de obra.

Lucena aporta otra consideración, pues cree que hoy día debería ponerse en marcha algún tipo de apoyo para soportar durante estas fechas para pagar la factura de la electricidad, pues la parte final del horario de tarde necesita de tener las luces encendidas.

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En el patio de la calle Zarco número 15, su propietaria, Juana Romero, coincide en la esforzada labor que requiere el traslado de plantas, en su caso también cuidadas en la azotea y movilizadas a la planta baja en uno de los patios del festival con más densidad floral y, por su disposición, también proclive a la sombra, por lo que igualmente reclama ayudas al mantenimiento y a la electricidad.

A pesar de todas estas peticiones de los vecinos propietarios nadie rehuye de su predisposición a la labor de cuidado y exhibición de sus patios, por lo que sus quejas hay que circunscribirlas a lo que, sin ir más lejos, Juana Romero define como «vicio», pues ya lleva treinta años presentándose a concurso y no ve la hora de dejarlo pese al cansancio. El resto de entrevistados muestran ese mismo orgullo al participar en una tradición que genera tan extraordinaria expectación bajo el velo de su título de Patrimonio Intangible de la Humanidad desde 2012.