Cinco curiosidades de la Sinagoga de Córdoba que no conocías

Este monumento es uno de los símbolos de la vieja Córdoba medieval de las tres culturas, pero, a pesar de ello, sigue siendo uno de los edificios históricos menos conocidos por los cordobeses, si bien es el segundo más visitado por los turistas que vienen a la ciudad.

Es la única sinagoga que existe en Andalucía y una de las tres mejor conservadas del Medievo en España, junto a las del Tránsito y Santa María La Blanca, ambas de Toledo. Es un ejemplo excepcional de templo sefardí.

Como templo judío estuvo apenas funcionando poco más de 175 años. A partir 1492, los cristianos asignaron al edificio diversas funciones: en el siglo XVI, fue la hospital de hidrófobos, bajo la advocación de Santa Quiteria. Después, se cedería al gremio de zapateros, época en la que fue ermita en honor de San Crispín y San Crispiniano: se instalaron retablos y se dio una gruesa capa de cal para cubrir las inscripciones. Los escritos también hablan de que en el siglo XIX se utilizó como escuela.

La epigrafia de la Sinagoga no es una mera decoración. En estos edificios las palabras labradas en yeso se relacionan con el resto de decoraciones y con el espacio arquitectónico, para transmitir un mensaje simbólico a través de las palabras que transcurren en sus muros.

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Están escritas en hebreo, pero también hay algunas en árabe. El jesuita catalán Fidel Fita Colomé, que, aparte de religioso, era también filólogo e historiado, fue el primero en tratar de desentrañar su sentido. También se encargarían de esta laboriosa tarea el hebraísta e historiador burgalés Francisco Cantera Burgos o el historiador Daniel Muñoz, ya en 2014. La mayor parte de lo que se lee en las yeserías son textos sagrados de la ley judía.

La construcción de la Sinagoga de Córdoba no estuvo exenta de complicaciones. Según recoge Jesús Peláez en su trabajo 'Las sinagogas medievales españolas en los documentos de la Baja Edad Media', una Bula de Inocencio IV recogía, a mediados del siglo XIII, poco después de la conquista de la ciudad de Córdoba por Fernando III en 1236, una protesta por parte del arcediano y del cabildo eclesiástico a causa de la «excesiva altura» de una sinagoga que se estaba construyendo.

En esta bula se ordenaba al obispo de la diócesis decidir lo más oportuno acerca de la sinagoga en construcción que redundaba «en grave escándalo de los fieles cristianos y en detrimento de la Iglesia cordobesa» quebrantando la ley que sobre monumentos de este tipo regía entonces.

«En este punto, la legislación tenía sus precedentes en dos cánones de San Gregorio Magno (a 600) y Alejandro III (a. 1.180). En estos cánones se prohibía a los judíos edificar nuevas sinagogas, permitiéndoseles, no obstante, reconstruir las antiguas devolviéndolas a su estado originario sin introducir modificaciones de altura u ornamentación», indica Peláez.

Por ello, la Sinagoga de Córdoba tiene una planta pequeña, pero la altura de su sala de oración es de más de 11 metros.

La Sinagoga estuvo envuelta hace una década en una polémica sobre sus usos. El PP solicitó que el templo pudiese abrirse al a celebración de bodas judías para, de este modo, se atrajese a la ciudad a este perfil de visitantes.

No obstante, el PSOE, por entonces al frente de la Junta, negó tal posibilidad porque consideró que se dejaba en un segundo plano el interés cultural e histórico del edificio. Ahora que el PP gobierna en la Junta, la pregunta es si retomará esta proposición que abanderó en su día.