Andalucía
Mujeres guardias civiles en la élite contra los narcos: «Aquí están las mejores, si no das la talla no sigues»
Las agentes del OCON que sacude el avispero andaluz del narcotráfico saben que la igualdad no admite excusas
Soraya Fernández
Ana, Carmen, Bea y Daniela. Son nombres ficticios que hemos dado a cuatro de las ocho agentes femeninas que forman parte de la unidad de élite creada por la Guardia Civil para luchar contra el tráfico de drogas en el Estrecho de Gibraltar, el ... Organismo de Coordinación del Narcotráfico de la Guardia Civil (OCON). Son guerreras indispensables en la ingente batalla que se viene librando contra esta lacra, primero en el Campo de Gibraltar, y ahora también en el resto de la provincia de Cádiz, Málaga, Huelva y Sevilla.
Es preciso preservar su identidad y ocultar sus rostros. Están en primera línea y los narcotraficantes y su entorno no deben saber quiénes son. Ya conocemos cómo se las gastan y además, mostrar su identidad imposibilitaría el crucial trabajo que realizan.
Son las mejores en lo suyo. En el OCON, el nivel de exigencia es tremendo. «Si no das la talla y no aguantas la presión no sigues en el OCON . Aquí sólo están los mejores», explican desde la Guardia Civil. Y vaya si la dan . Hablar con ellas se traduce en una sorpresa constante por lo claras que tienen las cosas, por su valentía y su entereza. No están dispuestas a perder esta batalla y lo están dando todo.
«Terminé Arquitectura pero me di cuenta de que aquello no era el trabajo de mi vida. No me arrepiento de la decisión», señala Carmen, nombre ficticio
Ana tiene 48 años, es de Madrid y lleva tres décadas en la Guardia Civil. Bea es de Málaga, tiene 35 e ingresó en 2016. Estudiaba Derecho cuando se dio cuenta en que no era lo suyo: «Me gustaba más otra rama de la ley», afirma. Carmen es la más joven de este grupo. Tiene 34 años y es de Granada. I ngresó en la Guardia Civil en 2017. «Terminé Arquitectura pero me di cuenta de que aquello no era el trabajo de mi vida. No me arrepiento de la decisión», explica. Daniela cuenta 41 años, es de Huelva e ingresó en la Guardia Civil en 2006. Lo lleva en el ADN. «Creo que desde que comenzó la Guardia Civil, mi apellido está vinculado a la institución», explica.
No se sienten diferentes por ser mujeres. Defienden que en la Guardia Civil no han encontrado techos de cristal ni machismo: «Hacemos los mismos cometidos que cualquier otro compañero. Aquí no hay diferencias porque seas hombre o mujer y yo no he tenido nunca ningún problema. En mi caso, me fui con mi hija recién nacida al País Vasco y todo fueron puertas abiertas . Y ya ha llovido. Voy a ser abuela», asegura Ana.
«El nivel de exigencia es el mismo que a un hombre. Somos una familia compuesta por personas que trabajamos para una empresa, en este caso la Guardia Civil, y todos desarrollamos las mismas funciones, sin distinción de género», añade Daniela.
Lo de estas cuatro guerreras es pura vocación. Trabajan de paisano y de incógnito, y realizan una importante labor de vigilancia y seguimiento a los narcos y a su entorno. Así conocen sus rutinas y sus movimientos. Se enfrentan a jornadas de trabajo interminables, de hasta 72 horas sin descanso. También participan en el equipo de reacción si se produce algún alijo de hachís , protagonizan persecuciones y se arriesgan a ser embestidas o arrolladas por los ilícitos.
«Nuestro cometido es buscar información y estar en los sitios. Somos un grupo operativo y estamos en la calle. No pisamos base salvo para algún informe. Localizamos objetivos –personas-, lugares, reuniones… Hay que ver sin ser vistos y si te han visto tienes que intentar que no te puedan reconocer… Tenemos que marcar una rutina a los objetivos y eso se hace estando presentes en sus vidas las 24 horas. Debemos saber si van a comprar al supermercado cada día y a cuál, dónde comen, si recogen a los niños o tienen una amante…o más de una», señalan.
«Tenemos que cerrarles el círculo y ponérselo cada vez más difícil», señalan en el Cuerpo
No es un trabajo fijo, indica Daniela: «Un día estas aquí y al siguiente en otro sitio. Nos movemos en función de lo que hacen los narcos. Ellos se reinventan continuamente por la presión policial pero nosotros también. Que se van para Almería… allá que vamos; que lo hacen para Huelva, pues igual. Tenemos que cerrarles el círculo y ponérselo cada vez más difícil. Nunca sabes con qué te vas a encontrar pero ahí estamos nosotros, luchando. Así será hasta que ganemos esta batalla. El ritmo es de locos y siempre estamos al máximo nivel, dándolo todo . Por cansinos no nos van a ganar».
Aunque le restan importancia, son conscientes de que se juegan su integridad física e incluso la vida: «Luchar contra este tipo de personas es complicado porque no le tienen miedo a nada, aunque nosotros no nos amedrentamos. A esta gente le da igual tener delante a un hombre o una mujer, eso no les va a frenar», indica Ana.
Las embestidas de coches
La escalada de violencia de los narcos ha sido y sigue siendo destacable en el Campo de Gibraltar, la zona cero de esta lacra. Embestidas, persecuciones, alijos continuos… «En el Campo de Gibraltar hay muchísima actividad y he vivido situaciones complicadas. He participado en persecuciones. Una vez cambié de coche y el que dejé sufrió una embestida minutos después. La verdad es que en esta zona el narco y su entorno son más peculiares. En el Campo de Gibraltar está el núcleo más duro, más agresivo. Están mucho más crecidos y son más aceptados», señala Ana.
Tras un seguimiento y un trabajo de investigación de meses, llega el día más esperado, el de la fase de explotación de la operación, que en su jerga llaman «El reventón». Se trata del día del despliegue de los registros y las detenciones. Carmen reconoce que la noche anterior no logra conciliar el sueño: «Es la culminación de un trabajo de meses. En mi caso, el día antes ya estoy nerviosa, son momentos de mucha tensión».
El «reventón» se lleva a cabo de madrugada en locales pero también en las viviendas de los narcos. La peor parte se la llevan los niños más pequeños. «Entramos a cara tapada, están durmiendo y cuando tienen pocos años se impresionan. Pero sólo los más pequeños. Los adolescentes ya saben lo que hay. Si con ocho años te regalan la Play 7, que vale 2.000 euros, o tienes el último modelo de iPhone, pues ya sabes lo que hay. Lo maman desde pequeño. Si tu padre es narco, tú, en un 90%, también lo serás. Vives de eso y es un dinero fácil», afirma Daniela.
Otra peculiaridad del Campo de Gibraltar es el nivel de lujo y ostentación de los narcos y los suyos: «Disfrutan de un nivel de vida impensable para la práctica totalidad de la sociedad y además, les gusta hacer gala de ello, rodearse de joyas, dinero, coches y decir: esto soy yo», indica Ana.
En los registros en los que han participado encuentran vestidores de cientos de miles de euros, con mucha ropa aún por estrenar, joyas, televisiones enormes, muebles de diseño… «Buscamos todo lo que sea de interés policial relacionado con la investigación, como droga, dinero, armas, documentación, pero también todo lo vinculado con el blanqueo, que es una parte importante de nuestro trabajo y donde realmente le hacemos daño al narco». Dos de las ocho integrantes mujeres del OCON se dedican exclusivamente a las investigaciones de blanqueo.
Eso sí, ya no se sorprenden con lo que encuentran, o sí: «Nos sorprendemos cuando entramos en una casa normal, sin lujo ni ostentación. Hemos visto tanto que lo que no te esperas es encontrar una tele de 32 pulgadas. A lo otro ya no le prestamos ni atención: otro vestidor, decenas de pares zapatos de miles de euros, dinero, joyas… Es el día a día en los registros».
Las tienen contentas
Y, ¿qué papel juega la mujer en estas organizaciones? Estas agentes aseguran que son un pilar fundamental para el narco. la esposa es vital para ellos: «Además de cuidar de sus hijos y esperarlos en casa, les facilitan la labor, los encubren y lo saben todo. Salen beneficiadas y las tienen contentas con regalos , joyas, casas…». Lo mismo ocurre con las amantes. Pueden tener varias.
En esto, también hay niveles: «Cada una tiene su rol en la organización. La mujer del jefe es la que manda y hay que hacer lo que diga», afirma Daniela, que aclara que con los hijos pasa igual. «Les enseñan a dar órdenes y a que los obedezcan. Es un proceso que empiezan desde muy pequeños».
A los hijos de los narcos también les va la ostentación y las redes sociales. «En un video del cumpleaños del hijo de un narco había una tarta de la que salían billetes y billetes», cuentan.
Fortaleza mental
Este trabajo requiere además una gran fortaleza mental: «De que tú estés bien depende, no sólo tu vida, sino la de tus compañeros. Tenemos que salir todos pero también volver todos. Es lo más importante. Hay que estar al 100%. No puedes flaquear porque hacerlo es debilidad, y eso no es admisible» , explica Bea.
Dicha fortaleza la consiguen «con mucha cabeza y creyendo mucho en lo que hacemos». Aunque también hay momentos muy duros, cuando algún compañero resulta herido o muere en acto de servicio, como ya ha ocurrido. Estas adversidades las fortalecen: «Han herido a un compañero pero eso no se va a quedar así . Aquí estamos los demás, que somos muchos y que queremos acabar con esto. Evidentemente duele, pero no hay más remedio que ponerse el caparazón y seguir para adelante», añaden.
Sobre los compañeros detenidos por su vinculación con el narcotráfico responden que en todas las profesiones hay garbanzos negros. «Ahí estamos el resto. No vamos a permitir que el nombre de la Guardia Civil se manche».
Están convencidas de que van a ganar la batalla y destacan que los resultados del OCON están siendo magníficos. «Los narcos se creían que mandaban pero no es así. Si se desplazan a otras zonas es porque estamos haciendo bien nuestro trabajo. Vamos a ganar. Imposible no es nada. Hay ciertas palabras en el diccionario que para nosotros están pero no existen».
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