Atentado
El sacerdote que esquivó al asesino de Algeciras por hablar con unas feligresas: «Me salvé por cinco segundos»
El padre Rubén cree que el atacante iba a por él, pero que se equivocó al ver al sacristán y por eso lo atacó
El yihadista lo mató en medio de la plaza, a la vista de todos y gritando a Alá
J.J. Madueño
Algeciras
El padre Rubén se emociona. La voz se le entrecorta en la puerta de la Iglesia de La Palma. Su fiel amigo, el sacristán que cuida de los cuatro curas del templo mayor de Algeciras, que les protege, su confidente más fiel, fue asesinado casi ... delante de sus narices. «Llevo ocho sobrecitos de tila», reconoce el párroco, vicario de la iglesia, que fue el encargado de dar la misa la tarde del miércoles, cuando Yassine entró armado con un machete y gritando consignas en árabe. «Entré en la sacristía y me desvestí. Me quité la ropa de la misa y vi a dos feligresas a las que tenía que dar un comunicado. Esa premura por hablar con ellas me salvó», afirma el sacerdote a ABC.
El párroco añade que «esos cinco segundos de afán de querer ir a verlas» le salvaron la vida. «Salimos hacia al patio y vio a Diego. Se equivocó. Se creyó que era yo y ha matado al sacristán», añade el padre Rubén, que asegura que tiene «terror». «No tengo miedo, falta de fe, ni nada. Para todo eso estoy preparado. Es terror de mirar a los lados y sentirme perseguido. Estoy con el susto. Es como un policía en tiempos del terrorismo de ETA. Los curas estamos perseguidos», añade.
En el patio lateral de la parroquia, el cura salió de la sacristía al escuchar la algarabía que había en la zona. «Vi el primer machetazo. Se lo dio en la espalda», recuerda, mientras explica que subió corriendo hacia su despacho para poder llamar a la Policía. «Les dije que había una persona fuera de sí. Me volví y lo vi con la chilaba, el machete, la barba de varios días. Recuerdo aquel primer golpe en la espalda», insiste el párroco.
El sacristán tras los primeros machetazos huyó de la parroquia, pero el presunto yihadista lo siguió. No le dio tregua. En la Plaza Alta, a la vista de todos, Yassine, como reza el auto de registro de la Audiencia Nacional, miró al cielo, gritó en árabe a Alá y lo golpeó con el machete. Una estocada mortal, reza el documento judicial, antes de irse a por el siguiente objetivo: la ermita de la Virgen de Europa.
En ese momento, el padre Rubén bajó del despacho buscando a Diego. Tras avisar a la Policía, encontró el cuerpo de su amigo allí muerto. «Iba a por mi. Cinco segundos que tardé en salir a la sacristía me salvaron. Lo vería coger el libro o algo. Se pensó que era yo. El día de la conversión de San Pablo volví a nacer», repite el párroco con la voz entrecortada.
La comunidad religiosa de Algeciras sostiene que el sacristán Diego Valencia murió defendiendo su fe. «Es un héroe de la Iglesia Católica. Se enfrenta al atacante y muere por defender lo sagrado, el templo», afirma el padre Rubén, para el que no hay consuelo por la pérdida de su amigo, al que sus allegados no dejan solo, el que lleva el duelo con incredulidad, pero sabiendo que lo ocurrido no es un sueño, sino un macabra realidad.
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