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Una herencia «ética» dinamitada por la corrupción

Jordi Pujol, Marta Ferrusola y los siete hijos del matrimonio siguen imputados por una fortuna cuyo origen no está claro

El expresidente de la Generalitat y Marta Ferrusola, en la Audiencia Nacional Jaime García
Jesús Hierro

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Casi seis años después de la –mal llamada– confesión del patriarca, la investigación contra el clan Pujol de la Audiencia Nacional sigue enmarañada entre comisiones rogatorias, que perezosamente vienen y van de un país a otro, en busca de pistas sobre el origen de ... tan cuantiosa fortuna . Aquel 25 de julio de 2014, y seguramente consciente de que solo era cuestión de tiempo que aquello explotase, Jordi Pujol Soley intentó salvar los muebles con una detonación mediática controlada explicando en un comunicado que su padre Florenci había dejado a la familia un dinero en el extranjero –un «legado», le llamó– que no se había regularizado y del que no había ningún tipo de documentación. En otras palabras, el hombre que durante 32 años había dirigido la Generalitat de Cataluña con mano de hierro, reconocía que había ocultado millones de pesetas a la Hacienda española durante tres décadas. Fue un terremoto en lo político, pero en lo judicial no era más –esa era su intención– que la admisión, por parte del ahora nonagenario expresident, de un delito fiscal ya prescrito.

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