terrorismo

El etarra Pikabea se inculpa ante una víctima de un asesinato prescrito

No muestra arrepentimiento, pese a disfrutar de la «vía Nanclares»

j. pagola

En febrero de 1979, el guardia civil Miguel Ángel Madariaga resultó gravemente herido al recibir dos impactos procedentes de un cetme disparado por pistoleros del «comando Adarra». Estuvo un tiempo en coma, pero peor suerte tuvo su compañero, mortalmente herido.

Ayer, 35 años después, Miguel ... Ángel se fue a la prisión alavesa de Zaballa para visitar a Kepa Pikabea, integrante entonces del «Adarra» y ahora acogido a la «vía Nanclares». Acudió con un amplio cuestionario para interrogarle, porque, respaldado por Covite, no descansará hasta que no se esclarezcan los más de 300 asesinatos de ETA aún no resueltos, entre ellos el que le afecta personalmente.

«¿Puedo darte la mano?» Fue lo primer que le preguntó el etarra al ver a su víctima. «Claro —le respondió—, así verás cómo me la dejaste». Aún conserva en ella secuelas que le impiden borrar de su memoria el infierno padecido. Llevaba una amplia lista de asesinatos impunes, y le fue preguntando por ellos. El etarra negó su participación en el atentado que llevó a Miguel Ángel al borde de la muerte, pese a que en aquellas fechas integraba el «comando Adarra». El asesinato prescribiría en 2033, ya que no se archivó hasta 2013.

Entrevista larga

El interrogatorio se prolongó durante hora y media. Así, la víctima le preguntó también por el atentado que acabó con la vida de Carlos García, propietario de un estanco, el 8 de octubre de 1980 en Eibar. En este caso, Kepa Pikabea confesó que lo había cometido él, y en solitario, un crimen que ya ha prescrito.

La víctima le respondió que toda la documentación acumulada acredita que la acción terrorista fue perpetrada por dos individuos, que irrumperon en el establecimiento. Pero el etarra reiteró que él era el único autor. «No sé si no dice la verdad para encubrir a alguien o porque le están presionando. Pero miente más que habla», comentó a ABC Miguel Ángel Madariaga tras finalizar su entrevista en la cárcel. «

No le he visto ninguna voluntad de colaborar porque respondía, o que en el momento del atentado estaba trabajando, o que no se acordaba, por ejemplo, del etarra que le acompañaba o la identidad de sus compañeros de comando. En en cambio, cuando le interesaba, sí decía acordarse de cosas muy concretas, ocurridas hace años, para buscar coartada. Es una contradicción».

El etarra Pikabea se inculpa ante una víctima de un asesinato prescrito

Artículo solo para suscriptores

Accede sin límites al mejor periodismo

Tres meses 1 Al mes Sin permanencia Suscribirme ahora
Opción recomendada Un año al 50% Ahorra 60€ Descuento anual Suscribirme ahora

Ver comentarios