La extrema izquierda se embarca en una escalada de violencia

Los hechos les dan la razón. El último episodio ha tenido lugar en el municipio orensano de Beade. Todos los indicios apuntan a Resistencia Galega, ahora mismo el único grupo terrorista en activo en nuestro país . Poco a poco la Audiencia Nacional va tomando mayor conciencia de la actividad de este grupo, que cuenta con una vasta red de financiación, abogados y adiestramiento, y ya le concede rango de organización terrorista en toda regla.

De acuerdo con un estudio elaborado por la Universidad Complutense de Madrid , desde su irrupción en 2005, con un ataque a una oficina de la extinta Caixa Galicia en Santiago de Compostela, Resistencia Galega ha llevado a cabo más de 130 atentados que suman 3 millones de euros en daños materiales . Los atentados de este grupo, casi nunca reivindicados, se basan en la colocación de artefactos explosivos de poca potencia, normalmente cinco kilos de pólvora cloratada introducidas en ollas. Una olla fue depositada en Beade. Su alcalde, Senén Pousa, es conocido por su apego, proclamado públicamente, al franquismo. Sus opiniones pudieron haber convertido al pequeño municipio en objetivo.

Curiosamente, otro término de nombre Beade , en este caso en Vigo, fue el escenario el pasado 13 de agosto de una explosión en un cajero de Novagalicia Banco . El modus operandi, una vez más apuntaba a Resistencia Galega.

De la Almudena al Pilar

Los edificios religosos son, desde este año, objetivos predilectos de la extrema izquierda más radical. En concreto, de un grupo anarquista autodenominado «Comando Insurreccional Mateo Morral» . El pasado mes de febrero colocaban en el templo madrileño un artefacto con 200 gramos de pólvora y un kilo de tornillos que no llegó a provocar daños porque fue desactivado a tiempo gracias al aviso de un sacerdote . El explosivo había sido depositado junto a un confesionario.

Mateo Morral fue el anarquista responsable del atentado sin éxito contra el rey Alfonso XIII y Victoria Eugenia el día de su boda, el 31 de mayo de 1906. De ahí el nombre del grupo, que ya en febrero señalaba su intención de atacar los lugares sagrados de la Monarquía. La confirmación llegaba el pasado 3 de octubre, cuando estallaba una bombona de cámping gas colocada bajo el órgano de la balísica del Pilar, en Zaragoza . Daños materiales y el consiguiente desalojo fueron el balance .

Al atentado le seguía la difusión de un comunicado donde el grupo calificaba el templo de «estandarte fascista», porque fue «visitada por Franco en varias ocasiones y por el Papa Juan Pablo II en 1982 y 1984», y por ser la Virgen del Pilar patrona de la Hispanidad y de la Guardia Civil. El comando afirmaba que su intención era advertir de que «estandartes fascistas como éste no son y jamás serán lugares seguros» . Y añadía: «la Iglesia es una de las más importantes por su complicidad histórica con el Estado-Capital encargándose de cimentar y perpetuar el actual estado de opresión patriarcal y heteronormativo».

Revueltas estudiantiles

La extrema izquierda, confirmando la tesis de la Policía de que buscaría obtener réditos del clima político y social del país, ya venía dejando su huella cada vez que se presentaba la ocasión. El pasado mes de marzo ABC tenía acceso a un «manual de instrucciones» , con tácticas tomadas de la guerrilla urbana, inspirado en documentos de estudiantes chilenos y argentinos, a repartir entre los miembros de la «Asamblea de Universidad» del movimiento 15-M.

Instrucciones con las que sembrar el caos en Madrid después de provocar atentados en Barcelona y Valencia . Técnicas como preparar bolsas de sal mojada con agua, utilizar bolsas de cánicas, lanzar piedras con guantes para no dejar huellas o utilizar ropa ligera. Los puntuales episodios de acoso al Congreso de los Diputados, bajo la denominación Ocupa el Congreso, ocultaban la acción de radicales tanto de izquierdas como de derechas, aseguraba la delegada del gobierno en Madrid , Cristina Cifuentes.

Una creciente actividad, la de la extrema izquierda, vigilada por los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, que parece responder a un objetivo de «pescar en río revuelto». Al calor de la crisis y aprovechando una mayor sensibilidad social. Con objetivos que aseguran cobertura mediática a sus ataques, pero midiendo el alcance de los mismos, sin ocasionar daños personales, para que la opinión pública no se acabe volviendo contra ellos.