Un desnortado plan fiscal que tiene difícil ver la luz

Las amenazas son relevantes pero, por desgracia, se están convirtiendo en habituales en nuestro país. Y en algunos casos han funcionado, como en el de Repsol o Cepsa, que consiguieron que el PSOE quitara de su hoja de ruta convertir en permanentes los tributos a las energéticas, eso sí porque Junts y PNV les dijeron que no se lo aprobaban. Los bancos que, hasta ahora se habían quejado menos, parece que se van a tener que tragar el impuesto.

Incluso esta semana hemos visto que algunos medios hablaban ya de lo que supondría rizar el rizo hasta el extremo. Señalaban 'Cinco Días' y 'El País' –aunque no se ha llegado a confirmar–, que se iba a incluir una enmienda para que CaixaBank no pagara impuestos por sus aportaciones a la fundación. O lo que es lo mismo, se están diseñando impuestos a la carta en función de los intereses de los grupos que se necesitan para apoyar las medidas y su capacidad de presión. Sinceramente, un sinsentido.

Si el Gobierno necesita recaudar más, tiene más sentido subir un punto el impuesto de Sociedades a todo el mundo y gravar los beneficios reales, que esta fiscalidad a la carta, con tributos totalmente ideológicos para castigar a las malvadas compañías, pero solo a las que no tienen un padrino nacionalista que las apoye.

Pero además, es que no son solo las malvadas empresas las que pagarán más, según los pactos entrecruzados del PSOE con sus distintos socios. Quieren que paguen más el diésel, los vapeadores, los más de 12 millones de personas que tienen un seguro médico privado y que le ahorran dinero a la sanidad pública, los ahorradores,...

Y se da además la paradoja de que la geometría política es tan complicada que mañana lunes en la comisión de Hacienda del Congreso, en la que se debatirán de nuevo todas las enmiendas a la ley que transpone la directiva comunitaria que obliga a fijar un tipo efectivo mínimo del 15% para las multinacionales, puede pasar de todo. Es posible que salga el impuesto a la banca que tiene el apoyo de Junts y PNV, o que no salga, porque los partidos más a la izquierda del PSOE lo condicionan a que se recupere el tributo a las energéticas. ¿Mantendrán el órdago? La lógica diría que no, que la ultraizquierda preferirá poner impuestos a la banca, pero vete a saber, con estos políticos nada está escrito.

Quizás se dé la carambola de que por las peleas entre unos y otros no se apruebe ninguna subida de impuestos y estemos todos de enhorabuena. Lo triste es que si no se aprueban estos nuevos impuestos no será por el convencimiento de que no tiene sentido castigar a los bancos españoles con un tributo que aplican muy pocos países de la UE, y además los que lo hacen no gravan, como aquí, los ingresos. Tampoco retirarán su plan fiscal por el miedo a que se deslocalicen inversiones, o porque han descubierto que cuanta más gente use la sanidad privada, más recursos quedan para la pública... No lo hacen por convicción. Lo hacen simple y llanamente porque no tienen votos para sacarlo adelante. ¡Qué triste!