La nueva generación de lubricantes verdes ya empieza a fluir
El sector, que ha apostado por sustancias más duraderas y con menos materia prima, investiga también formulaciones novedosas y opciones biodegradables
Las compañías energéticas buscan oportunidades de negocio con el combustible sostenible

No hay motor, engranaje, cadena, transmisión, rodamiento, bisagra... de un tractor, camión, embarcación, de una motosierra o de una simple batidora de cocina, o de cualquier máquina industrial, del sector que sea (desde la automoción al textil, el aeroespacial o la construcción), que para su ... buen funcionamiento no requiera de aceites y lubricantes que reduzcan la fricción de sus piezas. Lubricante hay hasta en fármacos que ingerimos para evitar que sus ingredientes activos se adhieran a las máquinas que los fabrican. Estos, más o menos, viscosos fluidos protegen del desgaste, la oxidación y la corrosión, regulan la temperatura que se produce en el interior de los equipos, actúan como sellante evitando la entrada de polvo o suciedad... Son sustancias imprescindibles que están por todo nuestro alrededor y que también se encuentran en plena transición para ser más sostenibles. La industria busca nuevas formulaciones y procesos con menor huella de carbono. Y entre ellos, los lubricantes biodegradables comienzan a adquirir protagonismo. No dañan el medio ambiente y se vienen usando en sectores donde es fundamental que no exista toxicidad, por ejemplo en procesos de envasado de alimentos.
La industria ha enfocado la sostenibilidad a fabricar lubricantes con menos materia prima, que sean más duraderos y que se apliquen en menor cantidad. «En automoción hemos conseguido pasar de hacer cambios de aceite en un turismo cada 10.000 kilómetros a cada 30.000, en camiones de 30.000 a 100.000 e incluso 150.000 y en maquinaria industrial de 1.000 horas de uso a 3.000», concreta Gabriel López, vicepresidente de Aselube (la Asociación Española de Lubricantes).
Diferentes bases
Los lubricantes se fabrican a partir de bases que se obtienen del proceso de refinado del petróleo, o de aceites vegetales o se consiguen a través de síntesis que se realizan en laboratorio. «En función de la aplicación y del tipo de lubricante que vamos a formular elegimos unas bases con menor impacto medioambiental que nos puedan permitir dar más vida útil al producto», indica José Luis Zuazola, presidente de Aselube. Se podría pensar que son las bases de origen vegetal las más sostenibles pero a veces conseguirlas tiene un impacto en el medio ambiente. «En ocasiones se deforestan zonas tropicales, por ejemplo, para producir aceites derivados de la palma», indica Carlo Belvis, presidente de la Comisión técnica de Aselube.
Pues bien, los esfuerzos de la industria se concentran en una pieza que resulta clave para avanzar en sostenibilidad, y también en economía circular: la recogida del aceite usado a través de sistemas de recuperación, como ocurre con el vidrio y los envases. La ley establece la Responsabilidad Ampliada del Producto (RAP) para los fabricantes de lubricantes, es decir que están obligados a financiar la gestión de los residuos generados por sus productos. Esto incluye su recogida, transporte, tratamiento y eliminación final. Lo hacen a través de dos sistemas: Sigaus (Sistema Integrado de Gestión de Aceites Industriales Usado) que en 2024 gestionó 132.568 toneladas netas de aceites usados. El 74% se regeneró para formular nuevos lubricantes y el 26% restante se destinó a valorización energética. El otro sistema es Sigpi (Sistema Integrado de Gestión de Productores Independientes) que «ha recuperado desde su nacimiento, en 2006, 115.000 toneladas de aceites usados y ha regenerado el 88%», indica Fernando Díaz, co CEO de Olipes, empresa madrileña dedicada al desarrollo de lubricantes, grasas y fluidos especiales.
El objetivo es recuperar cada vez más aceite usado para refinarlo y volverlo a utilizar. «Así reducimos las emisiones en todo el proceso, se consume menos energía que si utilizáramos una base virgen procedente del refinado de petróleo», señala Carlos Belvis. «La tecnología cada vez consigue lubricantes regenerados con mejores estándares de calidad. Aunque siempre habrá aplicaciones donde no se puedan utilizar como en la industria alimentaria que necesita lubricantes compatibles con los alimentos. Los lubricantes pueden ser de diferente viscosidad, con características físico-químicas distintas, diferente vida útil... Se diseñan de acuerdo con los compromisos adquiridos con las empresas y la aplicación para la que van a ser empleados», explica Zuazola.
Así que existe una amplia gama de lubricantes tanta (o más) como aplicaciones en las que son necesarios. Por ejemplo, para un motor de un camión puede existir un lubricante procedente del petróleo, otro de aceite regenerada, otro de aceite vegetal y también de síntesis. Cada empresa desarrolla sus propias formulaciones, como Repsol que ha probado sus nuevos lubricantes sostenibles en el pasado Rally Dakar 2025. Estas innovaciones, creadas con más de un 70% de base renovable de origen vegetal, se ensayaron en el coche del piloto español Isidre Esteve. «Soportaron condiciones extremas sin comprometer su rendimiento», asegura Francisco Sanz, científico experto en lubricantes renovables de Repsol Technology Lab, el centro de I+D que la compañía tiene en Móstoles y donde desarrolla sus proyectos más innovadores.

De aceite de cocina
Estos lubricantes más verdes provienen de materia prima reciclada, «de aceite de cocina usado -concreta Sanz-. Tratamos este aceite con procesos físicos y químicos, dejamos una base nueva que reformulamos en los laboratorios y a la que incorporamos nuevas sustancias». De momento, Repsol trabaja en aceites regenerados muy ligeros para uso en automóviles y algunas aplicaciones en industrias de transformación. «En el futuro tenemos que cubrir todo el rango del mercado y buscaremos lubricantes renovables de alta viscosidad para sistemas hidráulicos de grandes presas, para hornos de clínker de cementeras... Cada lubricante se tiene que adaptar a su aplicación final y en función de que se utilice en un vehículo o un activo industrial se utilizara una línea de refinado u otra», explica Sanz.
Son lubricantes sostenibles que todavía no se comercializa. Se prevé que estén en el mercado en un plazo de dos años. La idea es que estos lubricantes se produzcan en el complejo industrial que tiene la petroquímica en Puertollano (Ciudad Real). «Queremos minimizar al máximo la huella de carbono a la hora de fabricar, producir y dar el uso final a estos lubricantes. Para ello también estamos transformando nuestros complejos industriales con el fin de hacerlos más sostenibles con energías renovables. Y recogemos el aceite usado para cerrar el ciclo».
Repsol consiguió la primera etiqueta Ecolabel (Etiqueta Ecológica Europea, EEE) que se concedió en España. Fue por un aceite lubricante hidráulico. «Buscamos lubricantes con menor huella de carbono, a partir de materias primas recicladas. Y también biodegradables, según la normativa, es decir, que, si hubiera un vertido, las bacterias y microorganismos tienen que haber degradado un 60% del producto a los 28 días», cuenta Sanz.
También TotalEnergie oferta una gama de lubricantes para vehículos ligeros y pesados que consigue de bases regeneradas «altamente refinadas», dice Carlos Belvis, que es también responsable del Servicio Técnico de Automoción en TotalEnergies. Una formulación en concreto procede al 100% de aceite regenerada y el resto del catálogo utiliza más de un 50%. Algo que también traslada a los envases que contiene estas sustancias, pues están fabricados en un 50% con plástico reciclado. «Para mejorar en sostenibilidad también usamos energía renovable en procesos industriales y optimizamos procesos para reducir el consumo de agua y energía», añade Belvis.
Biodegradables
De todo el paraguas de lubricantes sostenibles, destacan los que son biodegradables, es decir se descomponen y no causan toxicidad. Son especialmente adecuados «para entornos sensibles como zonas forestales, acuáticas o agrícolas. Se usan en maquinaria agrícola, obra pública, embarcaciones, tractores y equipos hidráulicos que operan en áreas donde el riesgo de fugas o vertidos es elevado», apunta Belvis. TotalEnergies también cuenta con una cartera de estos productos.

«También se están introduciendo en vehículos electrificados, en sistemas de refrigeración, frenos, transmisiones y dirección asistida», añade Fernando Díaz, co CEO de Olipes. Esta empresa madrileña lleva más de 20 años desarrollando y perfeccionando sus lubricantes de bajo impacto ambiental, entre ellos los biodegradables. «Empezamos con formulaciones para sectores sensibles como la agricultura, el mantenimiento de presas o la maquinaria industrial en espacios naturales. Hoy fabricamos lubricantes EAL (Environmentally Acceptable Lubricants), diseñados para ser biodegradables, de baja toxicidad y sin bioacumulación para prácticamente todos los sectores industriales y para los fabricantes de componentes para automóviles», relata Díaz. Sin bioacumulación quiere decir que los lubricantes no deben contener componentes (como plomo, parafina clorada...) que puedan quedar acumulados en el interior de microorganismos durante el proceso de degradación y pueden llegar a la cadena alimentaria.
Los biodegradables proviene de bases de aceite vegetales o de una síntesis de estas. «En Europa menos del 2% del mercado total de lubricantes son biodegradables. Es un mercado pequeño que crece casi el 6% anual. Están homologados para muchas aplicaciones. En algunos casos, igualan o superan a los lubricantes tradicionales en rendimiento técnico. Muchos tienen un mejor comportamiento en temperaturas extremas y menor volatilidad, que se traducen en un mayor rendimiento de la maquinaria o de los vehículos en los que se emplean, en una mayor vida útil del lubricante en servicio (reduciendo el volumen de residuos y los costos de mantenimiento) y en una mayor confiabilidad. Eso sí, su desarrollo exige una inversión constante en I+D», dice Díaz.
Regulación
Existen convenios, normas internacionales y europeas que recomiendan el uso de estos lubricantes en determinados áreas sensibles (zonas protegidas, parques nacionales... entornos agrícolas, forestales, acuáticos...). «Es esencial que la legislación europea existente —que ya reconoce y regula el uso de lubricantes sostenibles como los EAL— sea adoptada de forma coherente y efectiva por todos los Estados miembros. En el caso de España , también es fundamental que esta normativa se aplique de manera homogénea por parte de las Comunidades Autónomas, estableciendo requisitos claros para que cualquier máquina, barco o vehículo que opere en espacios protegidos o con riesgo ambiental utilice lubricantes EAL», cree Díaz.
De forma general, los lubricantes se rigen por el Reglamento europeo 1907/2006, conocido como Reach, que regula fabricación, comercialización y uso de sustancias químicas. «Establece que hay que registrar todos los productos químicos destinados a la venta. Se trata de comprobar que la fórmula no tiene compuestos prohibidos en la UE y que no son perjudiciales para la salud o el medio ambiente», cuenta Díaz. Los lubricantes también pueden conseguir la Etiqueta Ecológica Europea (EEE), un distintivo de carácter voluntario de la UE para identificar productos que cumplen con criterios ambientales estrictos a lo largo de todo su ciclo de vida.
Así van tomando forma la nueva generación de lubricantes sostenibles del futuro.
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