Con permiso
En Davos rogando y contra los sueldos del Ibex dando
Semana grande de la política bipolar. Sánchez se planta en Davos con cara de cordero degollado y mientras se fuma la pipa de la paz con el Ibex en el cuarto de las escobas del foro suizo sus vicepresidentas atacan a los mismos empresarios: Díaz abre la veda contra sus salarios, y Ribera insulta al CEO de Repsol
Sánchez y el Ibex obvian su batalla por la política fiscal en la reunión en Davos y se centran en la inteligencia artificial
Fotograma de la reunión de Sánchez con los empresarios en Davos
Ahora que sabemos que la verdad es la realidad habrá que ir reconociendo que esto es un psiquiátrico. El mismo Gobierno llama por la mañana codiciosos a los empresarios; por la tarde, se hace una foto con ellos como si nada; y por ... la noche, pone sus sueldos en la picota y los enfrenta a los empleados haciendo odiosas comparaciones entre salarios. Pedro Sánchez, el del muro, dejó a los españoles enfrentados unos con otros a cuenta de la amnistía, y se plantó en Davos con la única misión de propiciar una fotografía con la que hacer dudar a los inversores y analistas internacionales de si todo esto será una ensoñación.
Todo se había calculado minuciosamente para apaciguar al Ibex y arracimarlo en un filandón suizo, en torno al presidente del Gobierno y su cuento de la inteligencia artificial. No encontró mejor temática el cuerpo de servicio monclovita para amodorrar al Ibex y que nadie mencionara a la bicha de los impuestos, la subida del SMI o el inminente cambio de sede forzoso para contentar a los independentistas. ¿Quién podría rehusar la invitación para escuchar los peligros de las nuevas tecnologías? Sólo que el peligro era Sánchez. Un lobo con piel de algoritmo.
Flanqueado por Manuel de la Rocha –su chico para todo lo económico–, José Manuel Albares –copiloto de lo que venga–, José Luis Escrivá –nativo analógico para el lío digital– y Carlos Cuerpo –¿hará buena a Nadia?–, Sánchez se presentó ante el Ibex en una sala de reuniones de la señorita Pepis. Para calibrar el entusiasmo del encuentro basta fijarse en el rictus de los 11 empresarios allí presentes. Estaban casi todos los que eran, pero sobre todo los que debían estar: Rafael del Pino (Ferrovial), Josu Jon Imaz (Repsol) e Ignacio S. Galán (Iberdrola). Eso sí, todos ellos dieron una lección de responsabilidad y diplomacia corporativa a Sánchez y su clá. Seguro que el cuerpo les pedía despacharle con un pase del desprecio, pero sus accionistas no lo habrían entendido. Como hombres de empresa tragaron saliva y acudieron a la llamada propagandística del Gobierno. El mismo que les llamó codiciosos de puro y chistera, que les impuso un SMI sin diálogo social y que incluso calificó a alguno de antipatriota estaba allí delante, tan pichi, explicándoles los riesgos de un mundo de máquinas y códigos alfanuméricos. ¡Un euro habría dado por saber lo que pasaba por la cabeza de los grandes empresarios mientras veían gesticular a Sánchez y quemar las palmas a los agradaores Albares, Escrivá, Cuerpo y De la Rocha!
Nada más abandonar la sala, que bien parecía el camarote de los hermanos Marx, ya estaba la maquinaria sanchista distribuyendo 'fakes' a toda prisa: que si respaldo del Ibex, que si golpe de autoridad internacional de Sánchez. Si hasta que fue recibido entre aplausos llegaron a filtrar, cuando la ovación iba dirigida en realidad al presidente de Cepsa. ¿Qué importa?, que diría Patxi López.
Aunque Sánchez tuvo el infortunio de competir en la agenda de Davos con Javier Milei, presentado como una estrella por el CEO del foro suizo. Mientras el argentino se ganaba los titulares de «discurso histórico» advirtiendo del peligro del socialismo para occidente, el muy socialista Sánchez intentaba convencer a los capitalistas de que el capitalismo es malo y que su fórmula de entrega al comunismo y separatismo es un aval para la democracia y la economía. Como remate casi final, el presidente del Gobierno pidió ayuda a los empresarios para que desde su Ejecutivo se aumente la capacidad de intervención sobre las empresas en favor de la libertad. De aurora boreal. No dijo que las compañías cotizadas ya están incluyendo en sus comunicaciones a la CNMV advertencias sobre las prácticas de intervencionismo gubernamental que padecen en España. Están obligadas a hacerlo en su compromiso de información con el regulador y con la debida transparencia hacia los accionistas.
La guinda del pastel suizo llegó inmediatamente después. Nada más poner un pie en el Falcon de vuelta a casa, las vicepresidentas del Gobierno ya estaban mordiendo los higadillos del Ibex: Yolanda Díaz, contra los sueldos millonarios de los empresarios; y Teresa Ribera insultando al CEO de Repsol, al que llamó «negacionista y retardista». El bueno de Imaz había estado tranquilamente junto al jefe de ambas poco antes, atendiendo cordialmente al vademécum sanchista sobre la IA.
Cuando se apagaron los neones de la 'agit-prop' y se acabó el confeti gubernamental, en el canal de YouTube del Foro Económico de Davos, la verdad sí que era la realidad. El discurso de Milei alcanzaba casi 180.000 reproducciones. Las palabras de Emmanuel Macron eran vistas por 13.000 personas hasta ese momento, mientras que el relato de Christine Lagarde lo veían 8.000. Sin embargo, si alguien ha pasado desapercibido por Davos ha sido Sánchez, cuyo discurso sólo fue visto por poco más de 4.500 personas hasta el momento, y a falta de más clics desde las dependencias monclovitas y despachos satélite. Por tanto, el de Milei ha sido visto 40 veces más que el de Sánchez.
El Gobierno abre ahora el melón de los sueldos de los grandes del Ibex y su vicepresidenta los señala en público diciendo que ganan cantidades obscenas, fruto del capitalismo extractivo y la codicia de clase. Todo esto al mismo tiempo que hablan de democracia y de intervencionismo suena a final del cuento. Quizás Sánchez le pregunte a ChatGPT cómo salir de ésta. Colorín, colorado.. que diría alguno.