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La CNMV y el Banco de España, ¿al servicio de Moncloa?

Los reguladores bandera del país se mueven entre el atronador silencio de los de Carlos San Basilio y las alocuciones espurias de los de José Luis Escrivá. Unos callan ante el acoso y derribo a la opa del BBVA o las acometidas a la gobernanza en cotizadas y 'semi públicas' como Indra, y los otros dirigen su acción a favor de un Gobierno asediado por la corrupción. En ambos casos son los profesionales los que pagan el pato

Escrivá se valió de un comité de tercer nivel para desautorizar el informe de su economista jefe

El presidente Sánchez y el actual gobernador José Luis Escrivá EFE
María Jesús Pérez

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Los gestores de empresas, los de verdad y no esos políticos blanditos disfrazados de vedettes corporativas, saben que en el control de calidad no preocupa el producto sino el proceso. Cuando el proceso es correcto, entonces el producto está garantizado. Con la integridad ... y la decencia sucede lo mismo: garantiza la credibilidad. En esta España sanchista, hiperbólica, de Koldos, Ábalos, el apagón y otras chicas del montón ocurre que los procesos han degenerado, unas veces por acción y otras por omisión, y el producto final es un churro. La luz se apaga; las telecomunicaciones, con el 5G a la cabeza, se caen; los trenes se paran y los reguladores dejan de regular. El producto que reciben los clientes, los contribuyentes, la sociedad en general, son deficitarios porque el proceso donde se crean está podrido a fuerza de manoseo.

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