Ajuste de cuentas

La contradicción de Mario Draghi

Si Europa quiere de verdad financiar su transformación tecnológica y sostener su modelo social, no basta con reformar los mercados financieros. Es imprescindible repensar totalmente el contrato intergeneracional

Un año de paz prestada (3/11/25)

El expresidente del BCE, Mario Draghi AFP

Mario Draghi, artífice del 'whatever it takes' que salvó el euro, recorre estos días España presentando su ambicioso informe sobre el futuro económico de Europa. Con un estilo mesurado pero firme, plantea la necesidad de reformas estructurales profundas, especialmente en los mercados de capitales, para ... cerrar la brecha de productividad con Estados Unidos. Sin embargo, su diagnóstico -preciso en muchos aspectos- soslaya una cuestión central: el lastre que los sistemas de pensiones de reparto (pay-as-you-go), suponen para el dinamismo de los países centrales de la UE.

Draghi sostiene que el diferencial de productividad entre Europa y EE.UU. no reside en la generosidad del modelo social europeo, sino exclusivamente en la brecha tecnológica. Según él, si se excluye el sector tecnológico, Europa iguala o incluso supera a EE.UU. en productividad. Para demostrarlo, cita a Suecia, país con un sólido estado del bienestar y, al mismo tiempo, puntero en innovación. Hasta ahí, el argumento parece robusto.

Pero cuando Draghi aborda el funcionamiento de los sistemas de pensiones, su discurso entra en contradicción. El propio informe señala que los países más avanzados en innovación -Suecia, Dinamarca, Países Bajos- no cuentan con sistemas de reparto puros, sino con mecanismos mixtos donde el ahorro privado desempeña un papel clave. Estos planes de pensiones no solo aseguran pensiones más sostenibles, sino que alimentan los mercados de capitales y permiten financiar la innovación tecnológica.

En cambio, en países como España, Francia o Alemania, el modelo de reparto puro implica que, cuando una persona se jubila, el Estado contrae una deuda: o paga su pensión con las cotizaciones de los trabajadores o emite deuda pública. Este esquema, en un contexto de decadencia demográfica, es insostenible. Draghi lo sabe, pero evita confrontar la realidad de forma explícita para no levantar resistencias.

Si Europa quiere de verdad financiar su transformación tecnológica y sostener su modelo social, no basta con reformar los mercados financieros. Es imprescindible repensar totalmente el contrato intergeneracional. Y para ello, Draghi debería atreverse a romper con el tabú del sistema de reparto y plantear, sin ambages, una transición hacia modelos de pensiones donde la capitalización juegue un papel central. Lo otro es puro autoengaño. La cuestión es aún más urgente en países como España, donde la reforma de pensiones de José Luis Escrivá tuvo como resultado la aniquilación de las bases del ahorro privado para la jubilación.

Mientras, en Chile, a pesar de las campañas de desprestigio de la izquierda, el sistema de capitalización individual cumple en estas fechas 45 años ofreciendo mejores resultados financieros y una mayor correspondencia entre esfuerzo contributivo y prestación. Es cierto que requiere ajustes, pero su lógica económica es más sólida que la del reparto. La prueba de fuego fue en la pandemia: los chilenos pudieron adelantar el retiro de los fondos para su jubilación y usarlos para enfrentar la crisis. ¿En qué sistema de reparto los ciudadanos pudieron recuperar el dinero cotizado? jmuller@abc.es

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