El espectro de la deflación amenaza las buenas perspectivas para la zona euro
La economía europea vuelve a estar a expensas de los anuncios de Draghi
enrique serbeto
A comienzos de este siglo, cuando el banco central de Japón empezó a tomar medidas de flexibilización cuantitativa («Quantitative Easing», QE en acrónimo) o lo que es lo mismo, dar al botón de fabricar dinero, la economía asiática constituía un fenómeno raro en el mundo ... desarrollado. Después de un periodo prolongado de prosperidad, gracias a una voracidad exportadora que sembró de inquietud las economías occidentales, Japón entró en un periodo de deflación , que se convirtió en una situación crónica durante más de una década y aún no la ha superado del todo.
La Europa que intenta salir de la crisis financiera de 2008 presenta ahora síntomas muy diferentes, pero hay quien cree que los datos conducen a soluciones parecidas. La inflación interanual se desaceleró en marzo dos décimas hasta el 0,5 % en el conjunto de la zona del euro, una caída mayor de esperado, en gran parte debido a que los precios de la energía y de los alimentos son más bajos. A la salida de la última reunión del Consejo de Gobierno, el presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi, abrió el baile de los debates sobre la cotización del euro y los efectos que podría tener una maniobra que provocase la depreciación de la moneda única frente a las amenazas de deflación.
Tal vez las palabras de Draghi, sobre la determinación «unánime» del BCE para «usar también medidas no convencionales» (léase QE) como remedio para evitar el riesgo de un periodo «demasiado prolongado» de baja inflación, pretendían tener un efecto en sí mismas, como ha sucedido en el pasado con sus invocaciones. Aunque el espectro de la deflación es real, por ahora, las opiniones siguen divididas sobre qué debería hacerse para combatirla . En el lenguaje extremadamente técnico al que el italiano tiene acostumbrado a sus analistas, vino a decir que consideraba necesario tomar una decisión cuanto antes, porque cuanto más prolongado sea ese periodo de incertidumbre en cuanto a la lejanía de esa playa óptima algo por debajo del 2% de inflación, mayores serían los riesgos. Con los tipos de interés en el mínimo histórico del 0,25 %, las medidas «no convencionales» de las que habla Draghi pueden incluir estímulos monetarios mediante la compra de deuda, como han hecho otros bancos centrales como la Reserva Federal estadounidense (Fed), el Banco de Japón (BoJ) y el Banco de Inglaterra. «No excluimos una política monetaria más expansiva y reiteramos firmemente que continuamos esperando que la tasa de interés rectora se mantenga en el nivel actual y más bajo por un periodo de tiempo prolongado».
El BCE ha reconocido que las cifras de inflación habían sido más bajas de lo esperado, lo que justificaba esta nueva ruidosa intervención pública de Draghi, que por primera vez no ha tenido una reacción hostil en Berlin. En Francia fue bien recibida por el nuevo Gobierno de Manuel Valls, que ha nombrado al frente del ministerio de Economía a un heterodoxo como Arnaud Montebourg, cuyo objetivo prioritario es lograr de Bruselas un nuevo periodo de carencia en los ajustes presupuestarios , un año más de plazo para cumplir los objetivos de reducción de gasto a los que se había comprometido y un gesto del BCE que baje la cotización del euro.
«La solución francesa: más competitivos»
La repuesta a las ambiciones de Montebourg vino por boca de Benoit Coeure, el miembro francés de la ejecutiva del BCE, quien en unas recientes declaraciones al diario «Le Monde» contestaba estas tesis del nuevo Gobierno: «La fascinación por el tipo de cambio -dijo- es un pasión gala, única en la zona euro, que no puede desvincularse del hecho de que Francia es uno de los pocos países de la zona euro cuya balanza exterior está en números rojos. Sin embargo, tomada en su conjunto la zona euro tiene una situación excedentaria. Es decir, la solución para Francia es mejorar su competitividad. Lo que no significa que el BCE sea indiferente al tipo de cambio, pero lo hace por razones diferentes». Es más, según Coeure, «el BCE no tiene objetivos en materia de tasa de cambio, sino que es uno de los factores que tenemos en cuenta para decidir nuestra política monetaria».
Para el banco emisor, su único objetivo es «saber si el nivel y las perspectivas de evolución del euro son susceptibles de frenar la vuelta de la inflación a un nivel próximo e inferior al 2% que es nuestra definición de la estabilidad de precios y que está en el centro de nuestro mandato. En este sentido, es cierto que la apreciación del euro desde el verano de 2012 ha contribuido al débil nivel actual de la inflación. Cuanto más fuerte es el euro, más justificada está una política monetaria flexible».
La frase del representante del BCE parece coincidir con la visión del Gobierno de la segunda economía de la zona euro, pero, como explica la periodista y analista francesa Marie Charrel, «cuando Montebourg se alegra de escuchar las palabras de Draghi sobre la necesidad de nuevas medidas monetarias, se olvida de mencionar un detalle crucial, que es que él lo dice por razones muy diferentes a las suyas».
En efecto, «la preocupación de Draghi no tiene que ver con la competitividad de la economía francesa o incluso europea, sino que es por el hecho de que si se mantiene la apreciación del euro, podría aumentar las presiones a la baja de los precios, puesto que cada vez que el euro aumenta, los precios de los productos importados bajan también» y alimentan las tensiones deflacionarias.
Guindos descarta cualquier riesgo
En España, por ejemplo, el responsable de Economía, Luis de Guindos, está entre los que descartan cualquier riesgo de deflación: «en Europa no se produce y no se va a producir una deflación a la japonesa», dijo hace dos semanas en respuesta a las advertencias del Fondo Monetario Internacional (FMI) en este sentido. « En España se está produciendo una mejora de la confianza tanto de consumidores como de empresas; llevamos varios meses con tasas de crecimiento positivas de nuevo crédito en financiación al consumo de familias y a las pymes que facturan menos de medio millón de euros; y, finalmente, hemos visto una celebración del consumo y de la inversión, y una de las características de la deflación es que, precisamente, aplaza las decisiones de los agentes económicos».
La actitud de los españoles en las pasadas vacaciones de Semana Santa podría interpretarse como un refrendo de las previsiones del ministro, ya que la vuelta del turismo interior ha sido la causa de los excelentes resultados que se han producido en el sector. Falta saber si esa alegría en el gasto ha sido un capricho pasajero o si va a prolongarse en el tiempo, pero es cierto que en las últimas vacaciones se ha notado en todo el país una alegría en el gasto que no se recordaba desde el inicio de la crisis.
Datos como ese explican que entre la mayoría de analistas en los mercados financieros londinenses interpreten que en realidad no va a haber ninguna medida, sino que en el fondo Draghi espera que las cosas se arreglen solas, gracias al efecto «mágico» que han demostrado tener hasta ahora sus invocaciones solemnes.
Al menos, los indicadores sobre la fortaleza de la cotización del euro demuestran que los mercados no le creen cuando dice que está dispuesto a provocar su devaluación. Al mismo tiempo, no se puede perder de vista que el silencio de los responsables alemanes puede interpretarse también como una muestra de inquietud ante el riesgo evidente de que la espiral de precios bajos contribuya a asfixiar los buenos datos económicos que empiezan a emerger en varios países.
Tal vez Draghi se va a dar un tiempo más para analizar la evolución de los indicadores, que en realidad aconsejan recetas distintas para cada país. Por ello, el mismo responsable del BCE insistía en su último discurso en Ámsterdam que «la predictibilidad del futuro como la hemos conocido ya no volverá». Y ahora mismo es necesario saber qué va a pasar con el conflicto de Ucrania que tiene lugar a las puertas de Europa, o qué pasará con las elecciones europeas y qué rumbo político emprenderá la nueva Comisión. Incluso qué desafíos deberá afrontar el euro con la probable presencia de muchos diputados euroescépticos y partidarios de la desaparición de la moneda única. En plena campaña electoral, cualquier movimiento brusco del BCE podría tener efectos completamente inesperados.
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