Un Rublev intratable jugará su primera final en Madrid

No hay demasiado diálogo en esta primera semifinal del torneo madrileño. Es un monólogo incandescente de Rublev, más centrado que nunca a estas alturas de carrera, y convencido de que puede hacer grandes cosas. Tembló al principio, un break tempranero en contra que, sin embargo, no lo desdibujó ni lo hizo saltarse el plan. Al contrario, concentrado como en su partido de cuartos ante Alcaraz, percutió con saña con la derecha y con el revés, profundísimo para evitar que Fritz pudiera soltar su mano a pasear.

La estrategia funcionó, acogotado el estadounidense porque no había manera de encontrar el juego que lo había llevado hasta aquí. Imposible encontrar un espacio para apoyar los pies y golpear con seguridad. Tampoco el saque le sirvió de mucho, pues resta muchísimo el ruso. Además de acertado cuando se mueve para leer el servicio del rival, son bolas que botan casi a los pies del oponente, obligado a echarse hacia atrás, sin tiempo ni espacio para deshacerse de la pelota.

Rublev sí que supo sacar rédito a todo lo que le está funcionando de maravilla en esta semana. Ganador ante Bagnis (6-1 y 6-4), Davidovich (7-6 (10) y 6-4), Griekspoor (6-2 y 6-4) y Alcaraz (4-6, 6-3 y 6-2), ganó el 82 % de los puntos con su primer servicio y convirtió tres de las seis opciones de rotura que se labró.

Rublev, pupilo de Fernando Vicente, encuentra en Madrid un torneo de tierra batida en el que su tenis multiplica sus virtudes. Movió a Fritz de lado a lado con potencia y seguridad, y no hubo ni una mala cara ni un despiste en su semblante.

Además, el ocho del mundo ha adquirido esa calma necesaria para que el ambiente o alguna decisión complicada no perturben su mirada. Lo hizo ante Alcaraz y lo hace ante Fritz, y se lleva la quinta final de un Masters 1.000 en su carrera. Perdió en Montecarlo y Cincinnati 2021 y Shanghái 2023, pero su único título de esta categoría llegó en la tierra batida de Montecarlo el año pasado.