El Madrid juega una hora menos en Canarias

Al Madrid se le ha olvidado jugar. Y ese es un problema que no se ha solucionado en el mercado. Para que Mbappé meta los cincuenta goles que se esperan de él, le tienen que llegar balones. Buenos balones, no los melones que le enviaron en la primera mitad Brahim, Tchouaméni o Modric. Está tan irreconocible este Madrid de principio de temporada que hasta Luka comete errores en el pase impropios de un jugador de su técnica y talento.

Fue el peor encuentro de Brahim en su año y medio como madridista. Impreciso en la asociación, con aire pasotilla, sin ayudas defensivas a Lucas y perdido tanto en derecha como en izquierda. Es uno de los mejores suplentes del mundo. Casi nadie revoluciona un partido como lo hace él, pero cuando le toca sudar desde el minuto cero, suele ser más ruido que nueces.

Su actitud no fue un asterisco. El Madrid salió al estadio de Gran Canaria a comerse un plátano de la tierra mientras su rival mordía en cada disputa como si le estuvieran quitando a la novia. El Madrid de la BMV, la MRW o la EGB no le va a ganar a nadie con la actitud y aptitud que mostró en la primera parte ante Las Palmas. La cadencia del masticado del chicle de Ancelotti escondía el veneno que debió soltar Carletto en el descanso.

Se lo pusieron a huevo sus jugadores, que ya en el minuto seis miraban el partido en desventaja. Solo necesitó dos jugadores la Unión Deportiva para adelantarse en el marcador. McBurnie, un escocés inteligente que no ha esperado a la jubilación para irse a disfrutar de Las Canteras, recibió en banda izquierda con una alfombra roja por delante. Se la pusieron Lucas y Rudiger. El atacante se asoció con Moleiro, de lejos el jugador con más talento de Las Palmas, y tras un control orientado que contó con el aplauso de Tchouaméni, superó con una finta a Militao y, finalmente, con un disparo seco a Courtois.

El Madrid disparó por primera vez a puerta en el 25, en un libre directo que Cillessen detuvo a Valverde. Paradón que repitió en el 37 a un trallazo de Rudiger desde treinta metros. Fue lo más peligroso de un Madrid opaco, en modo horario insular. A cualquier duelo llegaba una hora tarde. También al partido.

Fran García y Rodrygo fueron las novedades de Carletto para la segunda mitad. Cómo de feo vería Ancelotti el partido para que un entrenador tan conservador como él hiciera una doble sustitución en el descanso. Mendy y Brahim se quedaron en la ducha. Ya levantó Ancelotti la mano por ellos.

Fue un segundo acto distinto. Lo contrario era comprarse un billete de vuelta en barco. En diez minutos, Vinicius, Rodrygo y Mbappé exigieron a Cillessen y Tchouaméni perdonó un remate de cabeza claro en el área pequeña. No era un asedio, y Las Palmas dio un sustito con un mano a mano de Sandro que acabó por encima del larguero de Courtois, pero al menos el Madrid había recuperado la dignidad.

Igualó el partido en el 69, en un penalti anotado por Vinicius. Apertura a la derecha de Tchouaméni, internada de Lucas, pase atrás, remate de Vini en semifallo, toquecito de Guler y balón a la mano izquierda de Álex Suárez. Involuntario el contacto, pero en el fútbol de hoy esa acción es penalti. Lo lanzó Vini fuerte al lado izquierdo de Cillessen.

El empate aculó aún más a Las Palmas en su propia área, pero el Madrid generó más inquietud que peligro. Solo las arrancadas de Mbappé y los pases filtrados de Güler exigían a la defensa canaria. Poco arsenal para tanta metralleta. Hay mucho trabajo por hacer.