esbozos y rasguños
El dilema Güler
«El turco ahora mismo parece esencial en dos zonas distintas del campo. Y eso, paradójicamente, es una bendición y un problema»
Un caballo desbocado en Almaty
Güler controla el balón ante Arad
La certeza de Arda Güler en el once del Madrid plantea un dilema casi físico. Como mediapunta, es evidente que resulta peligroso cerca del área: se asocia a la perfección con Mbappé, llega con facilidad al gol y tiene instinto para el último ... pase. Su brillante partido en Kazajistán, con efecto analgésico tras el batacazo del derbi, así parece confirmarlo.
Pero, al mismo tiempo, su buen pie, su visión periférica y esa claridad casi quirúrgica para organizar la salida invitan a situarlo más atrás, con todo el campo por delante, en la base de la jugada, como dicen ahora los expertos. Ese parecía el plan inicial de Xabi Alonso. Especialmente si sus compañeros en la sala de máquinas son Valverde y Tchouaméni, jugadores con distintas características y menos capacidad para enhebrar la aguja como el turco.
El problema es que la bilocación —ese don atribuido a sor María de Jesús de Ágreda, la monja española que predicaba en Nuevo México sin salir de su convento— aún no se ha desarrollado en Valdebebas. Así que la ecuación se convierte en algo tan sencillo y cruel como una manta corta: si te cubre los pies, deja al descubierto la cabeza; si te tapas arriba, los pies se hielan.
Güler ahora mismo parece esencial en dos zonas distintas del campo. Y eso, paradójicamente, es una bendición y un problema.
Porque el rompecabezas no termina ahí. Algunos seguimos sin comprar del todo la propaganda que sitúa a Bellingham como interior de recorrido. Su naturaleza dicta otra cosa: el inglés ha de vivir llegando al área, pisando zona de remate, con libertad para romper líneas y no para administrarlas. ¿Es posible esa convivencia con Güler? A juzgar por lo visto en el Metropolitano, estado físico aparte, la respuesta —incómoda, casi herética— es que no.
Quizá el dilema Güler sea, en realidad, el síntoma de un lujo envenenado: el Madrid ya no sufre por falta de talento arriba, sino por el exceso, con algunas posiciones triplicadas. Y en esa abundancia, lo complicado no es elegir bien, sino aceptar que cualquier elección tendrá algo de renuncia.
Con todo, la decidida apuesta de Xabi Alonso por dar las llaves del equipo al joven Arda (como antes hicieran Ancelotti con Vinícius o Zidane con Benzema) es la mejor noticia posible para el Real Madrid. Todo entrenador ha de tener un jugador fetiche. Güler lo tiene todo: instinto, desparpajo, calidad y, ahora, confianza.