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Esbozos y rasguños

El de mantenimiento

La entrada de Nacho a Portu no es propia en un jugador de su veteranía. Pudo ser la ansiedad, pudo ser la falta de rodaje, pudo ser un cruce de cables en su propio panel de control inteligente

El gesto

Nacho abandona el césped tras ser expulsado REUTERS
Javier Aznar

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Durante una temporada viví en una casa tan cómoda que era incómoda. Todo se controlaba a través de un panel de control inteligente. Tal vez demasiado inteligente para mí. Cosa que tocaba, cosa que estropeaba. Padecía de ese síndrome del Rey Midas a la ... inversa que decía sufrir Tony Soprano. Quería subir el aire acondicionado y dejaba de salir agua caliente. Tocaba un interruptor y se me quemaban las tostadas. En una ocasión las persianas se estropearon y estuve dos días viviendo en penumbra como un hombre-topo, tratando de habituarme a la oscuridad. Hasta que llamé al hombre de mantenimiento del edificio: Frankie. Frankie siempre estaba listo. Frankie podía arreglar cualquier cosa. Daba igual la hora, el día o la situación. No hacía preguntas. Solo solucionaba problemas. Frankie Machine, le empecé a llamar, por la novela de Don Winslow. Si una madrugada le hubiera llamado para que me ayudara a enterrar un cadáver, Frankie tan solo habría musitado: «Tengo una pala mejor abajo, voy a por ella». Una vez, en verano, le comenté de pasada que había hormigas por la casa. No me volví a cruzar con una en meses. Incluso después de mudarme. No sé qué les dijo. Tampoco pregunté. Con Frankie era mejor no hacerse demasiadas preguntas.

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