esbozos y rasguños
Entusiasmo contenido
«Sin Mbappé demasiado inspirado en los dos últimos partidos, ningún otro atacante ha podido o sabido dar un paso al frente»
Mbappé, durante el Rayo Vallecano - Real Madrid
No logró marcar ni contra el Liverpool ni contra el Rayo Vallecano, dejando de nuevo en el aire una serie de dudas que parecían superadas. Ofensivamente se mostró previsible, plano, lento de ideas. Sin imaginación. Sorprendente como un plato de acelgas.
El momento deslumbrante de ... Mbappé en este primer tramo de la temporada ha funcionado como un filtro de Instagram: nos devolvía una imagen adulterada, embellecida de la realidad, maquillando y disimulando algunas de sus imperfecciones. Sin el francés demasiado inspirado en los dos últimos partidos, ningún otro atacante ha podido o sabido dar un paso al frente. La banda derecha se ha convertido en un erial en el que nada parece florecer: ni Brahim, ni Mastantuono, ni Camavinga, ni Rodrygo. Es un páramo desierto.
En Vallecas, casi todas las ocasiones blancas nacieron de conducciones interminables, aventuras individuales en las que algún jugador, en modo llanero solitario, parecía empeñado en marcar entrando con el balón directamente en la portería. Mucha guerra por cuenta propia. Poca conexión. Se echó en falta, tanto en Anfield como en Vallecas, un cambio de marchas cuando el juego se atascó. El mejor revulsivo en ambos encuentros tal vez fue Ceballos, jugador más propenso al control que a la agitación.
El equipo está rígido, frío, falto de chispa. No conecta, no emociona. Contiene su entusiasmo. Algunos futbolistas parecen operarios en una cadena de montaje: aplicados en su tarea, exactos en el movimiento, pero sin espacio para la imaginación ni para la alegría. Falta atrevimiento, falta contagio. Dan la impresión de conformarse con no cometer errores de gravedad y con cumplir con el cometido. El Madrid no se entrega al momento. Es como uno de esos niños que parecen demasiado serios para su edad: responsables y ordenados, sí, pero incapaces de mancharse las rodillas.
Aún es pronto, el equipo intenta ordenar ideas, asimilar sistemas que todavía no son suyos. Pero la afición no entiende de procesos: vive del presentimiento, del relámpago de la ilusión. Y ese chispazo eléctrico, ese momento en que uno siente que algo distinto está ocurriendo, todavía no ha llegado. Algo que empieza a ser urgente.