España, o el arte de organizar el deporte global

España, que en esta ocasión compartirá galones institucionales con Portugal y Marruecos, tiene en el Mundial 82 un buen espejo en el que reconocerse. Más allá del desastre deportivo de la selección, aquella Copa del Mundo sirvió para dar un impulso en infraestructuras. Solo se construyó un estadio nuevo, el José Zorrilla de Valladolid, pero muchos de los existentes sufrieron importantes remodelaciones. Algo similar podría ocurrir ahora.

Antes de eso, España ya había acogido los últimos partidos de la Eurocopa de 1964 (semifinales y final), con una final disputada en el Santiago Bernabéu. El coliseo blanco también ha recibido cuatro finales de la Champions (1956, 1969, 1980 y 2010) e incluso acogió la única final de la Copa Libertadores que se ha disputado fuera de Sudamérica, el famoso River Plate-Boca Júniors de 2018. Al margen del estadio de Chamartín, el Camp Nou (1989, 1999), el Sánchez Pizjuán (1986) y el Metropolitano (2019) también han sido la casa del partido más importante de clubes a nivel continental.

Pero si hay una cita que llevó al límite el pulso organizativo del país fueron los Juegos Olímpicos de Barcelona 92. Aún es, 32 años después, el evento más global al que se ha enfrentado España. Y sigue sacando una sonrisa en aquellos que lo vivieron porque, pese al tiempo transcurrido, aún se valora el legado que dejó en la ciudad, la forma en la que la transformó.

Al calor de aquellos Juegos, y a modo de aprendizaje, se fueron organizando mundiales en algunos deportes significativos que acabaron por crear una auténtica cultura de la promoción de campeonatos. Así, se han organizado dos mundiales de baloncesto (1986 y 2014), uno de balonmano (2013) o tres de natación (1986, 2033 y 2013). Y el estadio sevillano de La Cartuja fue la sede del Mundial de atletismo al aire libre de 1999.

También el ciclismo ha encontrado en las carreteras nacionales un destino ideal para sus Mundiales en ruta. Ha habido siete a lo largo de la historia, el más reciente en Ponferrada 2014. Mucho tiene que ver en ello que la Vuelta sea una de las tres grandes citas del año en el mundo de la bicicleta.

Porque, más allá de mundiales o europeos, España siempre ha ofrecido garantías para albergar eventos deportivos de gran calado. Lo demostró en el golf, convirtiéndose en 1997 en el primer país, fuera de Estados Unidos o Gran Bretaña, en recibir la Ryder Cup. En el tenis, Madrid acoge cada año uno de los nueve torneos Masters 1.000 de la temporada. Y en 2019 se hizo cargo de las primeras ediciones de la Copa Davis cuando se pasó a un formato de sede única.

Ese estatus hace tiempo que se lo ganó en el mundo del motor. En Fórmula 1 lleva albergando un gran premio de forma ininterrumpida desde 1986. A lo largo de la historia, hasta seis circuitos han recibido a los monoplazas (Jarama, Montjuïc, Pedralbes, Valencia, Montmeló y Jerez), y en 2026 se sumará el trazado urbano de Madrid.

En MotoGP, España ha llegado a tener hasta cuatro grandes premios en una misma temporada. Y en los rallys, el Islas Canarias tomará el año que viene el testigo que dejó Cataluña, que fue parte del Campeonato del Mundo hasta 2022.

Otro deporte de grandes escenarios, la vela, encontró un puerto seguro en España para celebrar la Copa América. Valencia lo fue en dos ocasiones (2007 y 2010), y este 2024 fue Barcelona quien recibió a los barcos más veloces del planeta.

Por si fuera poco, en 2025 se seguirán expandiendo fronteras y mercados. Si nada se tuerce, en noviembre del próximo año el Santiago Bernabéu acogerá el primer partido en España de la NFL, la liga estadounidense de fútbol americano.