Natación
El enigma Mireia Belmonte
La mejor nadadora española acumula varias temporadas lejos de sus grandes marcas y busca seguir disfrutando de la natación a pesar de una lesión crónica
Andrea Fuentes: «Ahora toca investigar e incubar a la bestia que saldrá en los Juegos»
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Iniciar sesiónPor estas fechas de 2012, Mireia Belmonte paralizaba el país, aplauso nacional para ella cuando tocó la pared del 200 mariposa y se colgaba una plata histórica para la natación española. Por estas fechas de 2016, levantó a los aficionados de madrugada para verla ... tocar la pared del 200 mariposa y atrapar un oro histórico para la natación española. Por estas fechas de 2021, se contenía el aliento a la espera de que una última brazada milagrosa pudiera llevarla al podio en Tokio. No fue así, pero el cuarto puesto en los 400 estilos fue un premio magnífico después de todo lo que había luchado para llegar hasta allí. Pero fue el aviso de que a Mireia Belmonte le estaba costando mucho ganar, nadar, incluso peinarse y hacer vida normal. Detrás de esas brazadas con las que puso el corazón en un puño a más de uno, había muchos meses de sufrimiento por una lesión en los hombros que continúa arrastrando, pero que, fiel a su ADN, no ha llegado a pararla del todo.
A partir de allí, apenas media docena de comparecencias, tímidos intentos de recuperar los buenos números y más dudas que certezas sobre su continuidad. Después de Tokio, parón competitivo de los largos, pues sus esfuerzos se concentraron en combinar la ambición y las metas con las dificultades de un problema físico que surgió en 2015 por la reiteración de un movimiento que la articulación no acostumbra a hacer de manera natural, y que acaba por desgastar los tendones, y que ha ido empeorando con la edad. Un proceso entre el querer y no poder como uno quiere que se alargó hasta que en 2022, un empujón físico, emocional y federativo -no tenía las mínimas, pero la Federación hizo una excepción- la llevó a los Europeos de Roma 2022, el primer paso para ese objetivo ambicioso que era París 2024. Sin embargo, no accedió a ninguna final y volvieron las dudas, los dolores y la paciencia para buscar otro camino para reencontrarse.
Regresó en septiembre de 2023, con una meta al alcance de su rendimiento y esos entrenamientos muy medidos para evitar la agravación del problema: «He tenido días muy bien y no tan bien, pero creo que haciendo balance ha sido un año bastante bueno para aprender. El objetivo más realista es empezar a competir. Pero manda el hombro», decía a este periódico con la vista puesta en el Mundial de Doha y las mínimas para los Juegos. En el primer intento, en Róterdam, puesto 53. «Me he pasado un año moviendo solo los pies por culpa de la lesión y ha sido un año duro. Fue difícil salir de la rutina», admitía entonces, pero con una luz: «Estoy volviendo a disfrutar».
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No obstante, el disfrutar no vino acompañado de marcas que llevaban ni a Doha ni a París. Ni en Nimes en abril, ni en junio, en el Campeonato de España, donde se lanzó en 200 y 400 estilos y 400 libres. Y por primera vez desde Pekín 2008, su primera aparición en unos Juegos, Mireia Belmonte no saltaría a una piscina olímpica.
Era un « milagro», admitía antes de desgranar: «Es una lesión que no se puede recuperar, porque tengo más del 50 por ciento del tendón roto». París quedó atrás, demasiado complicado por todo lo que ella no había nadado y todo lo que las demás sí habían podido nadar, pero no puso fecha de caducidad a su determinación ni a sus ganas de intentar volver a la élite. Encontró en el Mundial de Singapur otro motivo por el que volver a ser ella. En junio, en Mallorca, su penúltima bala: lanzándose en 200 y 400 estilos y 200 mariposa, con mucho de lo que fue, primera en clasificatorias por delante de nadadoras más jóvenes. Pero también pasó lejos, muy lejos de los billetes para la cita.
Cuando ella quiera
Con 35 años, es consciente de que la presión importante solo es la que se pone uno mismo. Y que, con cuatro medallas olímpicas y seis mundiales, no tiene nada que demostrarle a nadie. De ahí que no quiera pensar en la retirada, sino en la siguiente brazada, el siguiente curso, a pesar de todos los obstáculos físicos que también pesaban en lo mental. Confesaba recientemente que 2023 y 2024 habían sido los peores de su vida, por ese querer y no poder, por ese ver que los demás podían y ella no, por ese tener que vivir pendiente de cómo se despertara su hombro y que trastocaba cualquier planificación optimista.
Sin embargo, sigue entrenando en el CN Barcelona y tras el verano llega la temporada de piscina corta. Solo ella sabe cuántas brazadas más, de élite o de disfrute, tiene en esos hombros que esconden dolor pero también oros.
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