Katie Ledecky defiende su reinado en el 800 ante McIntosh en una igualadísima final

«Ha sido una carrera increíblemente rápida, me ha empujado en todos los aspectos. He confiado mucho en las piernas. He intentado salir a disfrutar todo lo que pude. Ya no es ganar o perder en este momento de mi carrera, pero me gusta formar parte de este cambio de generación en nuestro deporte«, comentó la estadounidense, todavía temblando por el esfuerzo.

Lideró la carrera desde el inicio, pero nunca pudo despegarse de sus rivales, McIntosh a un lado, Pallister al otro. Además de con brazadas y patadas, la carrera se desarrolló en la estrategia, pegada la canadiense a la corchera que la separaba de la estadounidense, y esta en la otra para evitar que le cogiera la ola que pudiera impulsarla un poco más. Porque aquí todo eran detalles, presión y desafíos desde el primer día del campeonato.

Ledecky salió como sabe, con un ritmo brutal que no le sirvió sin embargo para deshacerse de sus rivales, bien pegaditas las tres, un mundo con respecto a las demás. Durante la primera parte, las tres nadaron rozando el récord del mundo; algún viraje solo a 28 centésimas McIntosh, algún otro a 50, y a los 700 metros, zarpazo de la canadiense para subir todavía más el ritmo, la presión, la adrenalina. El botón en el orgullo de Ledecky que sobrevoló los últimos metros en los que McIntosh pagó el esfuerzo y permitió que Pallister se colara en una fiesta que, en principio, iba a ser un duelo a dos.

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Los últimos 50 de Ledecky fue la lección maestra con la que deslumbró a la natación mundial desde su primera incursión con 15 años. Tocó la pared y respiró, con dificultad, pero con alivio y alegría. Séptimo oro en esta prueba; todas las que ha nadado (no participó en Doha 2024 para preparar los Juegos de París); invicta desde 2010. Y trigésima medalla (23 de oro) para la reina de la larga distancia, que reivindica su trono ante las amenazas del futuro. Por el momento, el presente está más que vivo.