ciclismo / vuelta a españa
Evenepoel se reinventa con un golpe de campeón
etapa 14
Victoria del astro belga en la frontera franco-española tras su hundimiento en el Aubisque
El paraíso del Jumbo en el Tourmalet
Remco Evenepoel, en la meta de Belagua
En la frontera entre Francia y España, fabuloso paisaje para la vista en el Larrau, el Belagua, los antiguos reinos de Aragón, Navarra y Bearn fundidos con la naturaleza a través de los puertos, emerge un campeón de una pieza. Es Remco Evenepoel, un as ... del ciclismo que se emociona en la meta de Larra Belagua, la estación de esquí de fondo donde llora porque defraudó el día anterior, le visitó la fatiga, se quedó vacío y no durmió en el hotel francés. «Tenía pensamientos muy negativos», admite el belga, quien en su fatalidad pensó en el abandono y contestó con una soberbia réplica. 130 kilómetros escapado, paso firme en el Larrau, el tremendo alto donde Induráin claudicó en 1996, y ritmo infernal para Bardet, derrotado otra vez. Evenepoel se reinventa mientras el Jumbo anestesia la Vuelta a España. Nada sucede en el pelotón. Kuss, Roglic y Vingegaard están condenados a pelearse entre ellos, aunque Juan Ayuso y sus UAE se empeñan en que esto no sea una conversación a tres.
El carisma es ese principio indescifrable que no se puede medir, al que no alcanza la inteligencia artificial y que se atribuye a algunas personas por su capacidad para atraer o fascinar. Evenepoel tiene carisma.
Provoca atención porque no se esconde, afronta la adversidad con entereza y colapsa los cánones de lo políticamente correcto con actitudes criticables, de persona caprichosa y con tendencia a la altivez y el apetito desordenado, pero siempre con altura de miras y ambición deportiva.
Cuando ganó el año pasado el maillot arcoíris en Australia, campeón del mundo, mandó callar a no se sabe quién en gesto revanchista. De vez en cuando se ha limpiado el polvo de la pechera en rictus innecesario.
Frente a esas actitudes que denotan cierta inmadurez, el fenómeno belga exhibe virtudes que ensalzan su mentalidad de hierro para la competición, su actitud combativa para reponerse a la adversidad y el concepto básico del ciclismo: con el rival no se pacta, se pelea.
«No pude dormir, dormía una hora y me despertaba, otra y lo mismo. Y así toda la noche», contestó con franqueza el vencedor de la etapa en Belagua, sufrimiento en la élite del deporte, agonía ante expectativas no cumplidas, frustración por no alcanzar resultados. El tipo de desengaños que conducen al mal endémico de nuestros días, la salud mental.
Control antidopaje
Al equipo de Evenepoel lo visitó una inspección antidopaje sorpresa en el hotel -«un bonito regalo», dijo con sorna-. Pero el belga ya había escuchado las palabras de apoyo de su esposa, Oumi, que lo motivaron para esquivar la retirada y pelear por la reinvención. «Los campeones siempre responden», le dijo.
Evenepoel tomó conciencia de sus cualidades, transformó la negatividad del día anterior en el Aubisque -«no sé lo que pasó, no tiene ninguna explicación», argumentó- en sentimiento positivo y transformó la arenga de su pareja en un alegato en favor del ciclismo.
Tal vez el Larrau es el puerto más exigente de los Pirineos, 15 kilómetros de ascenso criminal, pendiente máxima del 16 por ciento, desnivel medio del 8 por ciento y más de ocho tramos por encima del 14. Una barbaridad donde Induráin sepultó su aura de ciclista invencible en 1996, en la etapa del Tour de Francia que lo homenajeaba con llegada a Pamplona previo paso por la puerta de su casa en Villava.
Evenepoel montó la fuga de 24 corredores que se animaron a rivalizar con el cloroformo del Jumbo. El belga construyó el relato de su victoria 49, una cifra inmensa para alguien con 23 años y que no es un velocista. Mantuvo viva la escapada, pasó en cabeza por la cima del Hourcere (quiere luchar por la clasificación de la montaña, según dijo) y se despidió de la grupeta en compañía de Bardet a 80 kilómetros de la meta.
Ciclismo espectáculo del nivel de la generación que enaltece el ánimo en el pedal. Van Aert, Van der Poel, Pogacar, Evenepoel, gente sin miedo a fracasar.
El UAE se niega a ponerse de perfil. Los gregarios de Ayuso trabajan para evitar el sonrojo. «No quería que la fuga cogiese 20 minutos», explica su director Matxín.
La etapa solo pertenece a Evenepoel porque Ayuso no puede despegar a ningún Jumbo élite cuando ataca y Enric Mas no tiene ganas o piernas. «Les pido perdón por lo de ayer y les digo que les quiero a todos mucho», lanza por la radio interna del equipo Soudal.
El campeón belga consuma su obra cuando Bardet se descuelga, exhausto el francés que suele perder todos los duelos en pareja. Evenepoel, que perdió 27 minutos en el Tourmalet desconectado de la Vuelta, alza los brazos sin gestos extra, llora al llegar a sus masajistas, pide un abrazo lento, no eufórico, se emociona en el primer flash de prensa y repite a cada instante la frase de Oumi, los campeones siempre responden.
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