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Baloncesto

El Panathinaikos rompe el sueño del Real Madrid y se proclama campeón de Europa

Los griegos recuperan la corona 13 años después tras imponerse a los blancos (80-95), que se hundieron en una segunda parte nefasta

Así queda el palmarés de la Euroliga

Sloukas y Ataman celebran el título de la Euroliga AFP
Pablo Lodeiro

Pablo Lodeiro

Berlín (Alemania)

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El Real Madrid había rozado la perfección durante toda la campaña, casi imbatible, casi inquebrantable. Pero en Berlín se dio de frente contra quizás el único rival que le iguala ahora mismo en calidad y cabeza fría. El Panathinaikos aguantó la buena primera parte de sus rivales para, en la segunda, desplegar todas las armas que hacen a un club rey de Europa. Inteligencia, determinación y autocontrol. Tampoco ayudó que el Madrid cuajase un segundo periodo horrible, empeñado en lanzar desde el triple sin ton ni son y con muy poco a lo que agarrarse.

Dan la corona los madridistas al gigante griego, que tras 13 años recupera el título de la Euroliga. Un grupo temible y que amenaza, por qué no, con montar una dinastía. Nunn es casi indefendible, Lessort fue una auténtica pesadilla para Tavares y Poirier y Ataman, técnico de los helenos, sabe sacar lo mejor de cada uno de sus pupilos. Cae el rey y, al instante, se levanta otro.

Impresionaba, y mucho, la efervescencia en las butacas de los atenienses, incontrolables y aguerridos, como un potente latido, emocionados de que su equipo pudiese reconquistar Europa tras 13 años alejado de la élite. Pero el primer golpe fue inmediato. El joven Ndiaye, como hace un año, titular por sorpresa, anotó dos triples en sus primeros dos intentos, además de una canasta de dos. Decidido, inesperado, fantástico.

Los minutos iniciales fueron muy similares a los de las semifinales ante el Olympiacos, con el equipo madridista controlando el rebote, buena circulación de balón y tiros bien ejecutados. El problema es que la calidad individual del Panathinaikos es casi infinita y se mantenía a rebufo en el electrónico, pese a que Musa y Poirier se esmeraban para evitarlo con canastas tan sufridas como espectaculares.

Tras el liderazgo del bosnio, fue el Chacho el director de los blancos, siempre de sobresaliente en los momentos peliagudos, y con su socio Yabusele disparando con precisión desde la línea de tres. El ritmo era lento, mucha interrupción y pitido arbitral, pero el Madrid volaba con supremacía, autoridad de los españoles y con la semilla del miedo creciendo en el corazón de los griegos.

Comprendió el Panathinaikos que solo saldría de la tumba si defendía, y fue encomiable ver cómo un equipo con una nómina tan larga de astros es capaz de doblar las rodillas. La ventaja del Madrid pasó de 12 a seis hasta que Poirier voló sobre todos los mortales, autor el galo de un mate tras rebote ofensivo tremendo que cortó la racha rival.

Lessort se convertía en un serio problema, la movilidad y contundencia del internacional galo acercaba cada vez más a los griegos al objetivo, mientras que el Madrid pasaba por una sequía muy peligrosa. Grant cercaba a Musa en defensa y además era capaz de anotar desde la larga distancia. La mochila se cargaba y un triple del argentino Vildoza dejó al Panathinaikos a una sola canasta de su primera ventaja de la noche. Necesitaban los blancos un flotador para llegar con aire al descanso, y por allí apareció una vez más Musa, increíble su hacer, para permitir que el Madrid llegase al intermedio cinco arriba.

Sloukas, que ya había cerrado la primera parte con una suspensión genial, inauguró la segunda con un poderoso triple. Cerraban muy bien los espacios los griegos, obligando al Madrid a lanzar desde muy lejos, y tenían desesperado a Tavares. Incluso Hernangómez, desaparecido en las semifinales, sumaba minutos muy meritorios. Y, después de un triple de Nunn, el Panathinaikos, tras una larga travesía, se puso por delante.

Parecía que el pabellón iba a despegar como una nave espacial y serían los gritos de guerra verdes su combustible. La pizarra no funcionaba y los blancos continuaban con su horripilante batería de disparos, siendo Hezonja el más desacertado. El ritmo del partido estaba enterrado, en un pantano, esperando a que uno de los dos bandos se lanzara a por la victoria y eran los detalles los que señalaban al líder. En este caso, el Panathinaikos.

Era un momento crítico y era el Chacho, genio inmortal, el que se echaba el equipo a sus espaldas. Era un hombre contra un grupo de lo más comprometido, hambriento e incisivo. Mitoglou, con un triple frontal, puso al Panathinaikos seis arriba y en la siguiente jugada, Grant, quizás el mejor de los helenos, elevó la máxima hasta los nueve. Necesitaba un milagro el Madrid y, tras un dos más uno de Hezonja, apareció Llull para, con un triple, dar un poco de aire a los suyos.

Pero Sloukas, qué jugador, estaba dispuesto a enfrentarse en una batalla más al balear. Los dos veteranos, los dos campeones, mantuvieron un duelo intensísimo mientras, por inesperado que pareciese, el Madrid se desperezaba poco a poco.

Era el momento de las individualidades, de los héroes, y como Nunn no hay dos en la Euroliga. El estadounidense asumió galones, hizo mucho daño, e incluso fue partícipe de la expulsión de Campazzo por cinco faltas. Mitoglou volvió a golpear. Esta vez sí, el Madrid se asomaba al abismo.

Nadie atravesaba la red en el bando blanco, noqueado, y el Panathinaikos mostraba mucha inteligencia, sin miedo al error pero al mismo tiempo muy precavido. La defensa rival no conseguía descifrar sus movimientos e incluso Lessort acertaba con los tiros libres, un apartado donde suele estar nefasto. El destino fue inevitable y Europa se rindió a su nuevo campeón.

 

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