Tenis

El año en el que Nadal solo fue Rafael

En un 2023 atípico, el balear dispuso de más tiempo para dedicar a su familia, al descanso y a sí mismo, desconectado del tenis y lejos del ajetreo de viajes y exigencias del deporte de alta competición

Nadal, contra sí mismo

Nadal saluda tras su partido ante Thompson, en Brisbane Reuters

06/01/2024
Actualizado a las 20:05h.

Ha sido casi un año sin Rafael Nadal. Una barbaridad para el planeta tenis y también para Nadal. Nunca había estado tanto tiempo sin ser el Nadal competitivo de la pista y tanto tiempo siendo simplemente Rafael. Tras aquella lesión del 18 de enero ... de 2023, Nadal apuró los tiempos para regresar. Se esperaba una ausencia de seis semanas, pero la intención de subirse al tren de la temporada de tierra iba cerrando sus estaciones: ni Montecarlo, ni Barcelona, ni Madrid, ni Roma ni Roland Garros. En mayo, parón de verdad: «Voy a parar. No voy a entrenar. Porque si no no creo que pueda llegar al año que viene». Y en ese 2023 en blanco, el balear ha dividido su tiempo entre la recuperación del tenista, las citas del empresario y el disfrutar del día a día del ciudadano de a pie.

Ha repetido más de una vez Nadal que está preparado para cuando la raqueta se quede apartada de forma definitiva. Ha tenido 2023 para entrenarlo. Durante las primeras semanas tras la lesión fueron consultas constantes al médico, una recuperación compleja, lenta y sin los resultados esperados, tímidos intentos de reengancharse al tenis, pero con pausas porque los dolores no se iban. A partir de la decisión, apartada la lesión de la cabeza y la agenda diaria, empezaba la vida sin tenis.

«He tenido tiempo de hacer cosas que normalmente no tengo tiempo», asumía el balear. Discreto como siempre en su faceta personal, vivió un día a día mucho más tranquilo que en otros cursos, sin la tensión de coger un avión aquí y otro allá, que es como ha vivido desde que era un adolescente. En cambio, ha disfrutado de la vida contemplativa y de la familia, con tiempo y pausa para ver crecer a su hijo Rafael, que nació en octubre de 2022, y de empezar a inculcarle alguna de sus pasiones. Como el barco.

Es el refugio del manacorense en el periodo estival o una vez se acaba la temporada, y en 2023, ese tramo de vacaciones fueron las más largas de los últimos veinte años. En lugar de unos días, como solía ser habitual, Nadal disfrutó de cinco semanas fuera de casa, en barco, acompañado de su mujer y su hijo, y una visita a Grecia, que incluyó un paseo por la filial de su academia en Sani. «Necesitaba desconectar de todo», admitía en una entrevista en Movistar. Aunque poco después, pasó el día de su 37 cumpleaños (3 de junio) en el hospital, operado de esa lesión que no iba por el camino adecuado para sanar.

Pasó un día en las carreras, en Le Mans, y la pausa mental y de desconexión incluyó apagar el circuito mientras no estuviera en él. «Cuando uno no puede competir, lo que menos le gusta es ver a los otros que compiten. Normalmente no estás pendiente», explica su tío Toni a este periódico. Nadal sí vio, al menos, un par de partidos, como la final de Wimbledon y la del US Open, pero sin tener la sensación de que debía estar ahí. Aun así, sí que aplaudió a Novak Djokovic cuando levantó en Roland Garros su Grand Slam 23 y felicitó a Carlos Alcaraz cuando ganó Wimbledon.

Aunque no siguiera muy de cerca el día a día del tenis, sí estuvo muy cerca de la Academia que lleva su nombre. «Por la academia sí que estuvo, es un sitio que suele acudir habitualmente. Cuando no podía jugar, podía hacer físico», cuenta Toni. Nadal fue el encargado de dar por finalizada la promoción de los alumnos que aspiran a ser un campeón como él y ofrecer charlas y conversaciones con entrenadores.

Fue, además, anfitrión de otros deportistas que acudían a ver o entrenarse en sus instalaciones y el Museo, cada vez con más trofeos y artículos de otras disciplinas. Recibió a Marc Márquez y a Marco Asensio, por ejemplo, y también a Amélie Mauresmo, directora de Roland Garros, que le trajo una réplica de la estatua que el balear tiene en el recinto parisino.

También recibió a Pau Gasol, amigo de siempre, con el que, semanas después, una vez que el cuerpo le permitió ciertos movimientos sin queja, se juntó para disfrutar de otra de sus grandes pasiones, el golf. «Al menos es algo en lo que puedo competir. Me distrae y es necesario», continuaba en la entrevista. Compartieron partidos primero en el club Real Golf Pedreña, en Cantabria, la cuna de Seve Ballesteros, donde disputó unos hoyos con los hijos del golfista, y después en Boadilla del Monte, en un acto en beneficio de la fundación del jugador de baloncesto.

Estuvo presente en varios actos de su propia fundación, así que la agenda siempre estuvo con días marcados en rojo. Porque el Nadal empresario disfrutó de la llegada de un nuevo hotel en Mallorca y la presentación de la línea de productos de nutrición deportiva NDL, que celebró en el Museo del Traje de Madrid, entre otros eventos. Sin olvidar las citas con el patrocinador que lo ha seguido toda su carrera, la marca de coches KIA.

En algún momento de ese verano atípico, la lesión responde y se confirma que habrá vuelta a las pistas de forma profesional. A partir de septiembre, volvió Nadal a ser Nadal, el tenista. Incrementa los ejercicios para la puesta a punto en el gimnasio, los entrenamientos pasan de 20 a 40 minutos en pista. Paso a paso para cumplir ese objetivo de regresar que completó el 2 de enero en Brisbane. No obstante, sufrió un susto físico tras el tercer partido y, a la espera de recuperarse y quizá alguna prueba médica, pretende llegar a ser el Nadal competitivo, el de los mordiscos, en un par de meses, con vistas a París. Quizá sea 2024 su último año, pero es Nadal y ya habrá tiempo de ser Rafael.