Una turista devuelve unas piedras robadas en Pompeya: «No conocía la maldición»
El Parque Arqueológico de la ciudad sepultada por el Vesubio publica en redes una carta de una joven en la que explica las razones por las que restituye las piezas
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Corresponsal en Roma
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Iniciar sesiónUn estudio ha mostrado que dos de los motivos principales para visitar un museo son el coleccionar conocimientos y experiencias. La visita se suele concluir con algún pequeño objeto o libro comprado en la tienda del museo, como recuerdo o para la colección. En el ... caso de Pompeya, el parque arqueológico más famoso del mundo, hay un riesgo que sufren algunos visitantes: el síndrome del coleccionista, el deseo irrefrenable de llevarse consigo un pequeño recuerdo de una ciudad «sepultada viva» por el Vesubio en el 79 d.C.
Todos los visitantes se quedan fascinados, porque pueden hacerse una idea de cómo fueron los últimos instantes de las 20.000 personas que, según la estimación más reciente, vivían en Pompeya. Cada mes llegan a la dirección del Parque paquetes que contienen trozos de roca de lava, fragmentos o partes de mosaicos que algunos visitantes de la antigua ciudad romana se llevaron en sus bolsillos o mochilas. Con el paso del tiempo, meses o años, muchos se arrepienten porque la pieza de recuerdo de Pompeya se convierte en una pesadilla.
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Desde hace décadas circula la leyenda de que hacerse con objetos de la antigua ciudad romana puede conllevar mala suerte o desgracias, aparte de constituir un delito perseguible penalmente. A menudo, el coleccionista que devuelve el objeto cogido en Pompeya envía en el paquete una carta o una nota explicando sus desgracias: divorcios tras el viaje, pérdida del trabajo o graves enfermedades.
El director del Parque Arqueológico, Gabriel Zuchtriegel, contó ayer en X (ex Twitter) que recibió unas piedras pómez junto a una carta de una chica en la que escribía. «No conocía la maldición. No sabía que no podía llevarme las piedras. En un año, he sido diagnosticada con cáncer de mama. Soy una mujer joven y sana, los doctores dicen que fue 'mala suerte'. Por favor, acepte mis disculpas y estas piezas». Concluye la nota de la joven con dos palabras en italiano: «Mi dispiace» (lo siento). El director del Parque de Pompeya le desea «buena fortuna en el futuro».
Dear anonymous sender of this letter … the pumice stones arrived in Pompeii… now good luck for your future & in bocca al lupo, as we say in Italy pic.twitter.com/vaYlqUudke
— Gabriel Zuchtriegel (@GZuchtriegel) January 9, 2024
Zuchtriegel cuenta otro ejemplo, aportando la carta recibida en el verano del 2022: «Estimado director: Colecciono piedras y en todos los sitios donde voy cojo una, ya sea grande o pequeña. En el 2012 visité Pompeya y cogí una, junto a un fragmento de cerámica que encontré en el suelo. Hace tiempo leí un artículo en CNN y en Lonely Planet donde se hablaba de personas que restituyen las cosas que cogieron porque les trajeron mala suerte. Desde entonces, aquella historia no me ha dejado en paz. Repensando el pasado, veo claramente que, desde el 2012, las cosas no me han ido bien, ni en la vida ni en la carrera. He tenido incluso que afrontar una serie de complicados problemas de salud. Yo no sé si la 'maldición' será cierta o no, pero he decidido devolver estos objetos allí donde deben estar…».
La citada misiva aparece en el libro 'Pompeya, la ciudad encantada', escrito por el propio director del Parque Arqueológico. Es solo un ejemplo. Desgraciadamente, el yacimiento fue saqueado durante décadas de modo sistemático, ante la falta de vigilancia y cierta desidia de las autoridades. Hoy la situación ha cambiado radicalmente: Pompeya cuenta con una vigilancia adecuada y recursos para su conservación. Queda aún mucho por excavar, casi 20 hectáreas, un tercio de la extensión que ocupó la antigua urbe.
La capa de pequeños fragmentos que arrojó el volcán durante casi 20 horas se depositó en caminos, campos, plazas y casas, hasta alcanzar unos dos metros y medio de altura. Pompeya seguirá ofreciendo sorpresas y maravillas. Por fortuna, ya no están al alcance de coleccionistas, aunque siempre habrá alguno dispuesto a llevarse una piedrecita de lava del Vesubio.
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