Se descubre en Pompeya una panadería prisión de esclavos

Se metía a los esclavos en una habitación estrecha y sin vista al exterior, con pequeñas ventanas con rejas de hierro que permitían el paso de la luz. Los burros, con los ojos vendados, eran obligados a girar durante horas siguiendo surcos trazados en el suelo.

Lo que emerge es mucho más que unas piedras de molino y hornos de ladrillo bien conservados: Se evidencia una parte del mundo romano, el lado oscuro de la esclavitud en los molinos y panaderías, algo presente y esencial en la vida cotidiana de la época, pero un aspecto poco desconocido porque hoy se cuenta poco en exposiciones y museos.

Las investigaciones de los arqueólogos han encontrado una casa en proceso de reestructuración, dividida como era frecuente en el mundo romano: locales comerciales, en este caso destinados a la panadería, y un sector residencial, con decoración de refinados frescos del IV estilo, la que predomina en Pompeya desde el reinado de Nerón (54 al 68 d.C.) hasta la erupción del Vesubio, en el año 79 d.C.

En una de las salas de la panadería ya habían aparecido tres víctimas en los últimos meses, lo que confirma que, a pesar de las obras de reestructuración en curso, la casa estaba habitada en la época de la erupción del Vesubio.

El descubrimiento es un testimonio que refleja el trabajo agotador al que eran sometidos hombres, mujeres y animales en los antiguos molinos-panadería. De esas tareas de los esclavos hay una fuente excepcional, el escritor Apuleyo, que vivió en el siglo II d.C.. En las Metamorfosis IX 11-13 (según Agustín de Hipona, se conocía como 'El asno de oro') Apuleyo, importante escritor romano del siglo II d.C., cuenta cómo Lucio, el protagonista de uno de sus cuentos, es transformado en burro y vendido a un molinero, basándose en el conocimiento directo de contextos similares.

Los nuevos hallazgos permiten también describir mejor el funcionamiento de la panadería, que estaba en desuso en el momento de la erupción del año 79 d.C. Ese sector productivo de la casa está desprovisto de puertas y comunicaciones con el exterior. Su única salida es al atrio, un amplio espacio abierto dentro de la casa. Ni siquiera la cuadra tiene acceso a la calle, como es frecuente en otros casos.

«Se trata de un espacio en el que debemos imaginar la presencia de personas de estatus servil, cuyo propietario sentía la necesidad de limitar la libertad de movimiento», destaca el director del Parque Arqueológico de Pompeya, el arqueólogo Gabriel Zuchtriegel, en un informe científico sobre estas excavaciones de Pompeya. «Es el lado más impactante de la antigua esclavitud, el que carece de relaciones de confianza, donde las personas de servicio se veían reducidas a la violencia brutal, impresión que se confirma plenamente por el cierre de las pocas ventanas con rejas de hierro«, concluye el director Gabriel Zuchtriegel.

La zona de las piedras de molino, linda con la cuadra, caracterizada por la presencia de un largo pesebre. Alrededor de las piedras del molino se pueden identificar una serie de huellas semicirculares en las losas de basalto volcánico. Dada la fuerte resistencia del material, es probable que lo que, a primera vista podrían parecer huellas de pies, en realidad sean señales realizadas específicamente para evitar que los animales de tiro resbalen sobre el pavimento. Al mismo tiempo servían para trazar un camino fijo, formando un surco por el que giraban los burros, como describe Apuleyo.

«Las fuentes iconográficas y literarias, en particular los relieves de la sepultura de Eurisaces en Roma (es la tumba monumental de un panadero romano, Marco Virgilio Eurisaces, y su esposa, Atistia, que data del siglo I a.C.) sugieren que normalmente una pareja formada por un asno y un esclavo movía la piedra de molino. Este último, además de empujar la piedra de moler, tenía la tarea de animar al animal y vigilar el proceso de molienda, añadiendo grano y quitando harina«, añade el director del Parque.

Este nuevo descubrimiento arqueológico, con su testimonio de la dura vida cotidiana, formará parte de la exposición 'La otra Pompeya: vidas comunes a la sombra del Vesubio', que se inaugurará el 15 de diciembre en la Palestra Grande de Pompeya. Los protagonistas serán aquellas personas a menudo olvidadas por las crónicas históricas, como los sirvientes y esclavos, que constituían la mayoría de la población romana y un pilar de la economía, pero también de la cultura y el tejido social de la civilización romana.

«En definitiva - añade el director del Parque Arqueológico de Pompeya- son lugares como este los que también nos ayudan a comprender por qué había quienes creían que era necesario cambiar ese mundo y por qué en los mismos años un miembro de un pequeño grupo religioso llamado Paolo, más tarde santificado, escribió que es mejor que todos sean siervos, 'douloi' que significa esclavos, pero no de un dueño terrenal, sino de uno celestial».