FERIA DE OTOÑO

Borja Jiménez se consagra en Madrid por la Puerta Grande y Román vuelve a derramar su sangre

Grandiosa tarde del sevillano, que derramó autenticidad con una exigente corrida de Victorino y salió a hombros; grave cornada del valenciano con el primer toro

El penúltimo toro de una vida

Borja Jiménez abandona a hombos el ruedo de Madrida EFE

De pronto, como si todo, como si nada, un torero destruía la armadura de Madrid, que le entregaba su corazón en sol y sombra, en sombra y sol. Incrédulos ante aquella danza de aplomo y verdades, ante aquel deleite de arte frente a la casta ... de Victorino. Se destocaban los del sombrero de paja del tendido alto, aplaudía una Infanta de España en la barrera, los areneros no querían ni pasar el rastrillo para no manchar lo escrito en aquella arena. De categoría Borja Jiménez, la revelación que se consagró en la capital con una exigente corrida de Las Tiesas de Santa María. Si el hoy fuera el ayer de otro siglo, cuando los triunfos en Las Ventas valían una mina, el apoderado tendría en cola al sector empresarial. Llamen o no, si la vida de la tauromaquia es justa, debería abrirle los umbrales de todas las ferias del mismo modo que el de Espartinas arrancó los cerrojos de la Puerta Grande. Incontestable su triunfo. Qué manera de torear y qué manera de crecerse ante la adversidad, de sobreponerse al miedo que dan los de las patas cárdenas en un debut, a ese recelo que brota cuando un compañero está tumbado en una camilla entre agujas y olor a cloroformo.

Porque allí se encontraba Román, que volvió a derramar su castigada sangre. Con el muslo partido se mantuvo en el ruedo hasta enterrar la espada al primero, protestado por su contado poder pero que escondía gritos de guerra. Mucho lo protestaron cuando perdió las manos, pero jodo con el que llamaban inválido. No daba el público importancia a lo que allí pasaba cuando Gardacho, humillador en el capote, se frenó en el tercer muletazo de una asentada serie diestra. Rápidamente brotó la sangre y se apreció la gravedad de la cornada, pero el valenciano tiró de coraje y permaneció en el ruedo con un corbatín de torniquete. Porque el valiente de Román quería rematar una faena brindada a Doña Elena.

Quedó la tarde en un mano a mano, en el que Leo Valadez, pese a sus ganas y disposición, no logró solventar la papeleta de su complejísimo lote. La grandeza llevaba el nombre de Borja Jiménez. Torero con todas las letras, como salido de un cuadro de otra época de heroicidades. Qué lección de hombría del sevillano, que se puso en el sitio del toro, el sitio del compromiso, el sitio de la honestidad. Ese lugar prohibido para el común de los mortales donde hasta el más exigente de los animales acabó rendido desde aquella torerísima lidia a la antigua en el saludo por abajo. Paquecreas se llamaba el de Victorino, en el que depositó toda su fe. Y no la de las vulgares voluntades, sino la que enseña el carnet de identidad y el carnet de matador de toros, el pasaporte de hombre y el pasaporte de torero. Bárbaro el asiento de Jiménez, hundido mientras citaba con la panza de la muleta al cárdeno, sin aliviarse nunca, con una colocación a carta cabal. Si aquellos primeros derechazos gustaron, dos series de naturales removieron las entrañas de Madrid, con el toreo de clásica pureza que tanto cala, con ese que se pone donde la arena quema los pies, con una dominadora cadencia. Valor de ejército ucraniano para echar los vuelos con esa suavidad, tan reunido y despacioso frente a un bravo de la A coronada. Porque todo lo que hacía a Paquecreas transmitía y tenía importancia. Desde el prólogo a ese final por naturales a pies juntos, con sentido y medida, con la inteligencia de saber dónde detener la aguja que marcase la hora final. Aunque no tuvo la más bella colocación la espada - lunar de su actuación-, paseó una oreja de ley del exigente pero agradecido ejemplar.

Tres despachó Jiménez por el percance de Román. Del valenciano era el serio y negro Patero, el más pesador, que nada regaló y al que había que ganarle la acción. Tragó primero por el zurdo para inventarse luego una tanda diestra de un toro que se quedaba corto y al que estiró hasta arrancar otro trofeo. Con la salida a hombros conquistada, se marchó al túnel del miedo. Se vino cruzado Plazuelo y tuvo que echar cuerpo a tierra mientras libraba la portagayola. De inteligencias su última obra a un gris que empujó en el peto: concedió distancias y dominó con soberbia técnica al victorino. Deslumbrante su apuesta, desnudo su broche, con el torero entregado y el hombre roto por tanta verdad con un lote que respondió con agradecimiento. A hombros lo mecieron por la Puerta Grande de una catedral bendecida por el cura del tendido preferente y que lo catapultaba al terreno de los elegidos, el de la consagración.

Feria de Otoño

  • Monumental de las Ventas. Domingo, 8 de octubre de 2023. Última corrida de feria. Tres cuartos de entrada. Toros de Victorino Martín, serios dentro de su desigual presencia, de contado poder algunos, encastados, exigentes y complicados.
  • Román, de verde hoja y oro. Estocada atravesada y pasa a la enfermería. Descabella Jiménez.
  • Borja Jiménez, de lila y oro. Estocada corta tendida. Aviso (oreja). En el cuarto, media tendida y descabello. Aviso (oreja). En el sexto, estocada tendida (oreja). Sale por la Puerta Grande.
  • Leo Valadez, de rosa y oro. Estocada perpendicular y desprendida y descabellos (silencio). En el quinto, siete pinchazos y descabello (silencio).
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