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ABC Cultural

El penúltimo toro de El Juli: larga vida a la leyenda que es siete veces Príncipe

El destino brindó a quien esto firma el lujo de compartir taxi con una figura de época en el día de su despedida en Sevilla. Que no retirada... Porque no hay hasta siempre para un maestro, con más afición al toreo que Orgullito a las vacas

La cuadrilla, en la hora de la despedida: «¿Qué será de nosotros, maestro?»

El brindis de El Juli a Sevilla, la plaza a la que ha rendido más que nadie Efe
Rosario Pérez

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A las diez y cincuenta y siete de la mañana El Juli pisaba el lienzo de Velázquez para rendir de nuevo Sevilla, que como Breda le entregaba las llaves. Bajaba la figura del coche 1 del AVE 02080. Atrás quedaba la estación de Atocha ... de Sabina, el Metro de Madrid que siempre para en Las Ventas, la plaza que lo aupó en volandas en la Puerta Grande que condensaba toda una carrera. Por Santa Justa avanzaba el torero al lado del compositor al que inspiró la letra de 'Muñeca de trapo', el mismo con el que compartía un café «con leche muy caliente» en ese vagón que tenía como burladero la barra de un bar andante, desde donde contemplaban al héroe que horas más tarde se despediría de una etapa que ya no volverá. Estiramientos de contorsionista hacía en la cafetería, arropado por Rosario Domecq, la mujer que por fin hoy pasará las tardes en calma y sin sobresaltos, sin la espera de la llamada de la gloria, la sangre o el fracaso. Sonreía Rosario como sonreía Manuela, la madre paciente, a la que Curro –el costalero de Algodonales que ha sacado a hombros con El Chino cientos de veces a Julián– abrazaba «como a una más de la familia» enla puerta del Vincci La Rábida. Hasta el cuartel general de los últimos desvelos se desplazó la figura madrileña desde la estación. En la parada de taxis, como uno más, sin chófer ni botones, aguardaba su turno. La gente de la larga cola se frotaba los ojos como luego en el tendido: «¡'Aaayyy' (con acento de la abuela que chochea con el nieto), pero si eres El Juli, me has hecho la más feliz del mundo, 'aaayyy'!», le decía una señora por la que tuvo el detalle de descender del toyota blanco con matrícula sevillana. Lo tocaba la de Los Santos de Maimona con más fe que a un Cristo resucitado, como si la suerte de El Juli fuese también la suya. Quien esto firma presenciaba la escena desde la cola, que se alargaba cada vez más. El Juli debió de ver mi gesto de «no llego ni al segundo toro» y me ofreció subir al auto que ya ocupaban su esposa y Pablo Benegas. El destino me invitaba a compartir taxi con la figura que ha marcado este siglo y que ayer ponía un broche para la historia. Histórico en toda su dimensión pese a que el lote no estuvo de su lado.

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