Roca Rey, en el camino que va del infierno a la gloria
Cuaja a un manso de Charro y sale a hombros con José Garrido en la segunda de Tarazona
Talavante, a revueltas con el cierzo
Garrido y Roca Rey salen por la puerta grande de la plaza aragonesa
Lo que va de la nada al todo, de los desmanes de una plaza de tercera a la gloria en el resurgir de una tarde que caminaba por los peores senderos para Roca Rey, más bien por un infierno de sonoras protestas. De enfrentarse ... a un pobre inválido de indecorosa presencia de Capea a triunfar sin paliativos con un sobrero manso y destartalado, con sus pitones, eso sí, de Loreto Charro.
Cundió la decepción, y los pitos, cuando un endeble becerro apareció por chiqueros en segundo lugar. Le dieron fuerte en varas, cosa extraña en Roca, y todo transcurrió entre constantes caídas. El quinto no arregló las cosas, pues aunque con más caja, por delante andaba justito, y de fuerzas por los suelos. Al corral, y a la máxima figura le sueltan un sobrero de Charro, feo de hechuras y el más serio por delante de la tarde, que huía de su sombra. Se movía y lo metió en la muleta a las primeras de cambio. A derechas la faena fue a más, el torero hizo al toro, que acabó entregado. La mano baja y poderosa marcó el devenir del triunfo. De largo trazo los naturales dieron paso al arrimón final, esta vez con la emoción en unos tendidos llenos y entregados ya hasta que el peruano paseó las dos orejas.
Se lidió una desigual corrida de Capea, mitad de este hierro y la otra mitad del de Carmen Lorenzo, que viene a ser lo mismo. De muy distintas hechuras, sin maldad, y con un ejemplar, el cuarto, de alta nota, al que José Garrido le cortó las dos orejas. Labor intensa por ambas manos, templadas las series, y aunque el colofón fue un feo bajonazo, le otorgaron las dos orejas, que avalaban la puerta grande. Con el primero, noblote, no pasó de discreto.
Discreción y buenos apuntes de Pablo Aguado con el tercero, y un tanto más entregado con el sexto, aunque sin romper moldes en sus buenas formas.