COPA CHENEL
Molina y Víctor Hernández, finalistas de la Copa Chenel
El albaceteño y el madrileño se clasifican para la final a dos, en una tarde en la que Luis David cortó una oreja tras una destacable faena al cuarto
Molina, soberbio al natural, abre la puerta grande
Alicia P. Velarde
Este fin de semana, Móstoles se vuelve uno de los centros del panorama taurino, al acoger la final de la Copa Chenel. Merecido, tras haber estado la plaza sin actividad diez años por decisión del anterior alcalde. Las previsiones daban lluvia, por lo que ... no regaron. Por suerte, el tiempo respetó el festejo, pero en el primer toro se levantó una polvareda tal, que impedía ver con claridad lo que pasaba en el ruedo en algunos momentos, por lo que Molina, en gesto morantista, se puso a regar antes de que saliera su primer oponente. Más allá de la anécdota, el albaceteño realizó el mejor toreo de una reñida final en la que tanto él, como Luis David, tocaron pelo. Sin embargo, la final a dos la torearán Molina y Víctor Hernández.
Luis David, de Chenel y oro en claro homenaje al maestro, estuvo desde el principio muy metido en la corrida. Toreó al primero de la tarde, de Adolfo, muy despacio de capa, sobresaliendo una media en la que llevó al animal toreado hasta el final. La lidia se desarrolló eficazmente en los dos primeros tercios, que era lo mejor que necesitaba un toro de este encaste. Con la muleta, Luis David le realizó una larga faena en la que fue haciendo al toro, intentando domeñar un final de muletazo áspero y de poca clase. La polvareda enorme que producía el animal en su embestida, con una plaza sin regar, incomodó al diestro. En tarde ventosa, el que no tocase la tela se hacía difícil, pero con el buen hacer por los dos pitones del mexicano y la enorme nobleza del toro, ese defecto se fue difuminando. Al final del trasteo las embestidas resultaron más pastueñas y humilladas hasta el final. Lo mató de una eficaz estocada rinconera, de la que rodó sin puntilla.
El cuarto, de Zacarías, embistió con boyantía al capote de Adame, que se mostró variado, con verónicas, un galleo por chicuelinas, una tijerilla de remate y un quite por gaoneras muy ceñido y arriesgado, porque el viento sopló aún con más fuerza en ese momento de la corrida. Tras un eficaz tercio de banderillas, Luis David mostró su mejor versión con este buen toro, noble, repetidor, al que le endosó unas profundas y rotundas series por ambos pitones, antes de utilizar el toreo más efectista de redondos invertidos y calentar definitivamente a los tendidos. Tras unas manoletinas mirando, se perfiló para ejecutar la suerte de recibir, que siempre es una apuesta de riesgo, pero este toro era perfecto para ello. Pinchó arriba en un primer intento, y volvió a matar en la misma suerte, esta vez dejando una gran estocada.
Luis David, Cristian Pérez y Víctor Hernández tocan pelo en la primera semifinal de la Copa Chenel
AliciaP. VelardeA oreja por coleta en una tarde en la que la falta de fuerza de los toros fue la protagonista
Salió el segundo, un ejemplar de Zacarías Moreno con alegría y embistiendo con todo en los lances de capote que le ofreció Molina. Destacaron con los palos Caco Ramos y Fernando Sánchez. Llegó a la muleta con fijeza y mucha expresividad en su embestida. Había que estar muy firme, porque el toro se quería comer el engaño, pero siempre por abajo. Con estos mimbres, Molina anduvo poderoso unas veces, desacertado otras al estar molestado por el viento, y entre unas cosas y otras faltó una tanda rotunda y larga con la que poner boca abajo a los tendidos. Pero ganas y voluntad las tuvo todas y este toro fue un animal exigente. Lo mató de pinchazo y estocada un dedo desprendida de perfecta ejecución, y cortó la primera oreja de la tarde.
El quinto, de Adolfo, fue un toro terciado de hechuras, que embistió a la fuerza en el caballo, esperó en banderillas, y llegó a la muleta con defectos tales como el quedarse corto y no querer de verdad tomar el engaño nunca. Molina estuvo por encima en todo momento de las condiciones del animal, decidido a plantarle cara por los dos pitones y robándole tandas de mérito, ya que el toro reponía mucho, por lo que se cobró una fea voltereta, aunque, por suerte, no le caló. Lo más destacable llegó casi al final, con una serie de torerísimos naturales a pies juntos, con el toro semi entregado. Una pena que fallara reiteradamente con la espada, emborronando su actuación.
COPA CHENEL
- Plaza de toros de Móstoles (Madrid). Sábado, 29 de junio. Final de la Copa Chenel. Toros de Adolfo Martín (1º, 5º y 6º) y Zacarías Moreno (2º, 3º y 4º).
- Luis David, de lila y oro. Estocada rinconera (saludos). Pinchazo y estocada perpendicular (oreja y petición).
- Molina, de azul pavo y oro. Pinchazo y estocada entera desprendidilla (oreja). Dos pinchazos, media atravesada y un descabello (saludos).
- Víctor Hernández, de soraya y oro. Dos pinchazos y estocada (silencio). Estocada baja, media estocada trasera y tendida y descabello (vuelta).
En tercer lugar salió un toro de Zacarías Moreno de aspecto anovillado, bajo y chico, con el que Víctor Hernández no logró componer nada destacable con el capote, también molesto por el viento. A lo largo del trasteo se le vio visiblemente incómodo a Hernández por las condiciones del animal, un tanto tecloso, con demasiados enganchones y con una o dos tandas ligadas, mandando sobre el toro, destacables. Lo demás fue un querer sin lucimiento. Sufrió una voltereta tras engancharle por la chaquetilla el toro, de la que salió conmocionado, pero sin mayores consecuencias.
Cerraba la tarde un adolfo con el que un mermado Víctor Hernández no destacó en el toreo de capa. Los que sí brillaron fueron los banderilleros Marcos Prieto y Valladar, que tuvieron que desmonterarse, tras sus excelentes pares. Con la franela, el toro, sin humillar demasiado, pasaba sin celo ni verdaderas ganas de embestir, unas veces repitiendo, otras quedándose por debajo, otras doblando las manos, un tanto cambiante. El madrileño logró algún muletazo suelto bueno, sobre todo al natural, y de uno en uno, pero no hubo ligazón ni acople, porque el toro no lo permitía. La mayor virtud que tuvo fue una extrema nobleza que le hizo no empeorar de comportamiento, a pesar de tocar la muleta varias veces. Sobraron las bernadinas y muletazos finales con la espada de verdad ya en la mano, que propiciaron la llegada del primer aviso, con lo que al torero le entraron las prisas en el primer encuentro y dejó una feísima estocada, y después una media muy trasera y tendida que requirió del uso del descabello.
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