Carmen Machi: «El teatro da bofetadas, y esa es su función»
A punto de convertirse en Lady Macbeth, la actriz vive la resaca del fenómeno que ha supuesto «Ocho apellidos vascos»
julio bravo
Mientras se relame del éxito -«es un fenómeno insólito»- de «Ocho apellidos vascos», Carmen Machi está a punto de zambullirse en una Lady Macbeth de acento gallego. El miércoles se estrena en el teatro María Guerrero, dentro de la programación del Centro Dramático Nacional, «Los Mácbez» ... , una adaptación del texto de Shakespeare escrita por Juan Cavestany y dirigida por Andrés Lima. «Es una aventura valiente y arriesgada, llevada al extremo», dice la actriz .
-Se celebra estos días el 450º aniversario de Shakespeare. ¿No da un poco de vértigo que siga tan vigente y que el ser humano siga cometiendo los mismos errores?
-Lo es, incluso preocupante. «Macbeth» habla de la corrupción, de la ambición de poder, de llegar hasta las últimas consecuencias para satisfacer los egos personales, es absolutamente actual. Puede haber gente que crea que ciertos diálogos son obra del adaptador, Juan Cavestany, por su cercanía; pero no, los escribió Shakespeare. La corrupción está en primer plano en el texto original, que presenta a alguien que no tiene límites, que no duerme por conseguir algo que luego ni siquiera le va a proporcionar placer, porque es como no tener nada. Es una palabra que define la obra.
-Y que define nuestros tiempos...
-En «Los Mácbez» no estamos señalando a nadie con el dedo, pero sí hablamos de lo que ocurre cuando tú tienes el poder en tus manos y todo un pueblo, o un país, depende de tus decisiones. En el pueblo se piensa muy poco, pero esto no es nuevo, es de ahora y de siempre, lo que ocurre es que ahora se están destapando muchas cosas. Son hechos terribles, pero nadie dimite, cosa que sí hacen en otros países. Aquí da igual; y eso lo cuenta «Los Mácbez» como lo contó Shakespeare en su momento.
-¿El que no pase nada no puede deberse a que todos, y no solo los políticos, tengamos nuestra pequeña cuota de corrupción?
-El ser humano tiene una serie de vicios y defectos que alimentamos. Lo malo es cuando dejas de jugar con lo tuyo y empiezas a jugar con lo de la casa ajena. Lo tenemos claro en la función. Sucede en el Gobierno, pero podría suceder en una gran empresa. Ese tipo de ambición que corrompe, que convierte en un ser impuro, está en la naturaleza del ser humano.
-¿Qué pretende el teatro, poner un espejo delante del espectador o sacudirle?
-Yo creo que le sacude. Cuando haces una función, no sabes lo que piensa el público, pero sí lo que quieres transmitir. Lady Macbeth decide de la noche a la mañana convertirse en una persona mala para lograr su objetivo, que es matar y así convertirse en primera dama. En nuestra versión interpretamos a gente normal, que puede ser el vecino de enfrente. Si el que está en el patio de butacas no lo ve, si está realidad que está viendo no le sacude, lo estamos haciendo mal nosotros. Nuestra intención es dar al público una buena bofetada para espabilarle. Eso es el teatro.
-¿Hoy en día hacen falta más bofetadas que nunca?
-El teatro da bofetadas y esa es su función. Somos, junto con la prostitución, uno de los oficios más antiguos del mundo. Y siempre que hemos avanzado con paso firme nos hemos llevado bofetadas. Ahora la gente se está sacudiendo mucho para poder avanzar, se está movilizando. Es lo que nos toca como ciudadanos.
-¿Y en el campo cultural? ¿Nos sacudimos o nos dejamos llevar por la superficialidad?
-Nosotros no; la superficialidad la tienen quienes no tienen en cuenta lo que significa la cultura para la ciudadanía. Es el alma de un pueblo, pero también es importante por lo que genera intelectualmente, porque es una manera de avanzar, pero también económicamente. Si quienes han de organizar y gestionar lo que nosotros, las gentes de la cultura, hemos de llevar a cabo, no lo hacen, no somos nosotros quienes la banalizamos. La responsabilidad es de quien lo maneja.
-¿Y el público? ¿Cree que hay un menor nivel de exigencia y que la televisión tiene que ver en ello?
-Yo hago teatro y veo como se llenan las salas. ¿La televisión? Cada uno es muy responsable de lo que hace, de lo que ve y de lo que decide compartir. Cada uno es muy dueño de encender o no la televisión, o de para qué la pones. Yo creo que no va por ahí. El ciudadano es libre. Lo que no puede ser es que al ciudadano se le diga que se quede en casa porque la situación es terrorífica, y que no vaya al cine o al teatro porque le vamos a subir el IVA y las entradas estarán muy caras; ni se le puede decir que todo lo que hacemos no vale para nada, y que lo mejor es quedarse en casa y poner la tele para no pensar. La gente necesita descompresión, y algunos lo hacen consumiendo cultura y otros no, pero es muy lícito no consumir cultura si no se quiere. Pero si se quiere, y el bolsillo no te lo permite, es muy triste.
-¿Es el IVA el mayor problema actual de la cultura?
-¿El mayor? El IVA provoca un efecto dominó, y de él hemos hablado mucho. Centrándonos en el teatro: levantar un espectáculo es cada vez más difícil. La subida del IVA hace que se incrementen los costes, las entradas. Pero siendo un problema gravísimo, lo peor es la falta de interés de los políticos por la cultura en este país. Y en el cine es peor; la poca industria cinematográfica que había en España se la han cargado.
-Se habla a menudo como otro de los problemas del cine español de su falta de conexión con el público. ¿Existe, o es un tópico?
-Ahora mismo, con el fenómeno que se está viviendo con «Ocho apellidos vascos», no se puede hablar de eso. Es la película española más vista de la historia, y está superando ahora mismo a todas las películas americanas. Y es absolutamente «made in Spain», rodada con un presupuesto bajísimo, con un gran guión y unos actores que intentamos hacerlo bien, con un director de toda la vida y un equipo estupendo. Y ha ingresado ya cuarenta millones de euros. A ver ahora cómo dicen que la industria del cine no da dinero. Si se encargaran de promoverla y de promocionar el cine español... Imagínese la de bocas que podría alimentar. Y el éxito está teniendo un efecto positivo, porque hay gente que no iba al cine desde hace años y ahora lo está haciendo, para ver también cine español. Este fenómeno es bueno para todos. Lo mismo que sucede en el teatro; cuando hay un buen espectáculo la gente se anima a ir al teatro.
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