La sopa es triste, salvo si tiene costra
carpantismo
«Cuando la gente se pone enferma quiere sopa de pollo. Yo quiero espagueti con queso parmesano, aceite de oliva y un poco de limón. Me hace sentir mejor», dice con razón Isabella Rossellini
Capítulo 1. La langosta: una niña hervida en su primera comunión
Capítulo 2. La pasta: de la boca de Adèle a la de Anna Magnani
Capítulo 3. El pan: al final comeremos brioche
Capítulo 4. Los huevos: Paul Newman solo se comió ocho huevos duros
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Iniciar sesión'Sopa de pollo para el alma' es el título más cursi para un libro o para una tienda de lazos. Hace que una se vuelva entre Mafalda y Hulk. Tanta sopa de pollo para curar resfriados en las películas trae estos lodos de color ... rosa. Tiene razón Isabella Rossellini cuando dice que siempre tiene en casa parmigiano-reggiano, aceite de oliva y pasta. «Cuando la gente se pone enferma quiere sopa de pollo. Yo quiero espagueti con queso parmesano, aceite de oliva y un poco de limón. Me hace sentir mejor». Claro. Por muy fina que sea, no sé, la sopa de tomillo. A Josep Pla le generaba tristeza. Por el recuerdo de la pobreza y la enfermedad. Sopa y enfermedad es un dúo clásico. Sopa y tristeza, también.
¿Hacer cola por una sopa? ¿Aceptar que te traten mal al comprar una sopa? Ahí está el legendario episodio de 'Seinfeld' 'El nazi de la sopa'. Es un personaje tan rotundo que es de los que aparece en el capítulo final. Dudo si habría sido mejor con la idea inicial de los guionistas: «Bromeamos sobre una escena final que tendría lugar en la selva de Brasil, al estilo 'Los niños del Brasil', donde el nazi de la sopa regresaría junto a los demás nazis –criminales de verdad– con sus recetas de sopa. Fue una especie de medio en serio, medio '¿debemos hacer esto?', medio 'nunca vamos a hacerlo'. Pero se discutió. Un montón de jóvenes con ojos azules experimentando con las sopas. Una completa unión de sopa y nazi. Era tan bueno que no lo hicimos».
Y claro que una sopa puede ser regia. Luis XIV siempre comía solo a la una. Tomaba varias sopas, tres platos sólidos y un postre. No era rey, pero un presidente francés se parece más a un rey que un rey español actual. Y ahí está la sopa que Paul Bocusse hizo a Valèrie Giscard d'Estaing en febrero de 1975, cuando le concedió la Legión de Honor. Bocusse, con otros cocineros de tres estrellas y el cocinero del Elíseo, Marcel Le Servot, le preparó una comida especial. Lo más especial de todo, que meses después reprodujo en su restaurante de Lyon para 'Los domingos de ABC', fue la sopa que inventó. Una sopa de trufas a la que puso de nombre las iniciales del presidente (V.G.E.). La sopa estaba cubierta de un hojaldre que hacía de cúpula en esa especie de minisopera que era el cuenco. Dentro, un consomé de ave con foie y trufa negra. «Vous cassez la crôute», dijo Bocusse a Giscard. Una vez rota la costra, un mundo de aromas y sabores. Esa sopa, que en Madrid se podía comer en Hortensio, es de las que sí. Tanto Bocusse como Giscard habían nacido en 1926, y de ese año hubo en la mesa un Chateau Margaux y un Champagne Roederer. De postre, esa tarta gigante con la que Bocusse aparecía en la portada de 'Los domingos de ABC' del 21 de septiembre de 1975. Una montaña de chocolate llamada Montmorency.
Pero no se puede una ir del mundo sopa sin recordar que España tiene la mejor sopa fría, el gazpacho. No puedes comer todos los días vichyssoise, pero sí puedes comer todos los días gazpacho (genuflexión a la Thermomix). Si al gazpacho, además, se le pone Orfidal, como en 'Mujeres al borde de un ataque de nervios', éxito asegurado.
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