La pasta: de la boca de Adèle a la de Anna Magnani
Carpantismo
«Aunque en el cine la pasta sea de mafiosos (por italianos), no se la han apropiado»
Capítulo 1. La langosta, una niña hervida en su primera comunión
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Iniciar sesiónHay una escena que dura diez minutos con sexo muy real en 'La vida de Adèle' (2013), de Abdellatif Kechiche. Pero la lubricidad de Adèle Exarchopoulos y Léa Seydoux en la cama se queda en nada al lado de Adèle Exarchopoulos comiendo espaguetis ... en su casa, con su familia. Los primeros planos de la boca de Adèle son mucho más sexuales que los primeros planos de cualquier otra comida. La cámara acosa a Adèle. Parece que va a hacerle una endoscopia. Con los espaguetis queda mejor esa obscenidad. Con macarrones, que era lo que comíamos de pequeños, no habría sido lo mismo.
Aunque en el cine la pasta sea de mafiosos (por italianos), no se la han apropiado. Coppola pensó que si 'El padrino' fracasaba, por lo menos quien fuera a verla podría aprender a hacer espaguetis. Ya saben, Clemenza enseña a Michael a hacer salsa. «Empiezas con un poco de aceite. Después fríes ajo. Luego echas tomates, pasta de tomate y lo cocinas todo. Asegúrate de que no se pega. Dejas que hierva, añades tus salchichas y tus albóndigas. Y un poco de vino. Y un poco de azúcar, ese es mi truco». En 'Uno de los nuestros', de Scorsese, la escena más famosa de cuando están en la cárcel es esa en la que Paul Sorvino corta el ajo con una cuchilla de afeitar. Seguramente los espaguetis que Jack Lemmon se prepara en 'El apartamento' son incomibles, pero para la historia del cine ha quedado la raqueta con la que cuela la pasta.
'El gatopardo' es una novela llena de comida. Lampedusa se puso a escribir pasados los cincuenta. Le sorprendió el éxito de un primo suyo poeta. «Con la certeza matemática de no ser más tonto, me senté ante mi mesa y escribí una novela». Y en la novela del debutante, también en la película de Visconti, sale el enorme timbal de macarrones. «El aspecto de esos pasteles monumentales era bien digno de evocar temblores de admiración. El oro bruñido de la cobertura, la fragancia de azúcar y de canela que emanaba de él no era más que el preludio de la sensación de deleite que exhalaba el interior cuando el cuchillo rasgaba la corteza: irrumpía al principio un humo cargado de aromas y se entreveían luego los higadillos de pollo, los huevos duros, los filetes de jamón, de pollo y de trufas en la masa untuosa, calentísima de los macarrones cortos, a la que el extracto de carne confería un precioso color gamuza».
Poco apetecible es toda la pasta que se ha zampado la primera víctima de 'Seven'. Tampoco la serpentina colgada de la pared que Chaplin se come creyendo que son espaguetis en 'Luces de la ciudad'.
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Mi historia favorita de pasta es la que cuenta Charlotte Chandler en su biografía de Ingrid Bergman. 1949. Amalfi. Anna Magnani y Roberto Rossellini están de vacaciones y él espera una llamada de Ingrid Bergman desde Los Ángeles. Todavía no hay nada entre ellos, pero la Magnani estaba mosca. Anna revolvió los espaguetis, añadió aceite de oliva y tomate, echó el parmesano y sonrió. Entonces, levantó la fuente y vertió todo sobre la cabeza de Roberto Rossellini. La Magnani no dijo una palabra y parece ser que esa fue la primera vez en la relación de ambos en que no abrió la boca.
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SuscribeteNació en Murcia, y periodísticamente en el diario «La Verdad». Abogada antes que escritora. Pero sin dejar de serlo, por si acaso.
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