Aquí no hay crisis
Como todos los años, Oviedo vive intensamente la semana de los Premios Príncipe de Asturias
MANUEL DE LA FUENTE
Oviedo rezuma actividad y vida en cada una de sus calles y sus plazas, pero es una ciudad tranquila. Una ciudad donde la gente puede hacer un hueco para tomarse un aperitivo o, por la noche, echarse unos culines de sidra al coleto mientras el Madrid gana al Milan en la tele ... .
Aquí, en la Vetusta de Clarín, los únicos nerviosos somos nosotros, la tribu periodística, una tribu para la que los tambores de guerra suenan temprano. La agenda está repleta. Como pronto la estará la de los nuevos ministros (y ministras, claro) . Y más vale madrugar para poner algo de orden en ella. Organización, sobre todo organización, como en el chiste.
De buenas a primeras, con el cruasán en la garganta, te encuentras con un par de chinos, responsables del equipo arqueológico de los Guerreros de Terracota , tan contentos con su Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales. Los chinos hablan como escriben, en ideogramas. Como en un mensaje cifrado, como si desde Pekín alguien estuviera demasiado atento a sus palabras.
Los chinos, la señora Xu Weihong y el señor Cao Wei, cuentan que para ellos los guerreros son «como amigos, como la gente con la que nos tratamos a diario» , y no descartan que el yacimiento esté plagado de tesoros sin límite y ríos de mercurio. Menudo era el emperador Qin. No se privaba de nada. Pero aquí, más que de chinos se habla de la crisis de Gobierno (sin mucho entusiasmo, la verdad) y de fútbol, a la espera de que Del Bosque y Casillas nos visiten. Oe, oe oé
Pocos amigos
El reportero pega la oreja entre rueda de Prensa y entrevista, absorbido a toda prisa un pincho de tortilla, y constata que desde luego el Barça no está haciendo muchos amigos por aquí últimamente. «Pero si es media hora de avión», sentencia sabio el pueblo. Si para ser un crack de Hollywood lo más importante es no tropezarse con los muebles, para ser un plumilla medianamente pasable aquí en Oviedo, lo más importante, es más, lo imprescindible, es no tropezarse con los cables, que un campo de minas han sembrado alrededor del bellísimo hotel Reconquista los compañeros de Radio y Televisión.
A todo esto, sin acreditación, que uno ha tenido que hacerse una foto y eso lleva su tiempo. Un careto de espanto, ni con «photoshop» se arregla. Aunque, de momento, sin problema, hasta la llegada de Don Felipe y Doña Letizia, la cuestión de la seguridad es relajada. Momento es de apuntar un hecho inverosímil, el ordenador funciona a las mil maravillas, he podido abrir el correo y Google va como un tiro, que para eso están los compas de Prensa de la Fundación Príncipe de Asturias poniendo cada punto sobre cada í.
El reportero rockero
Suena el móvil, terror, el jefe ha vuelto a tener una idea . Y encima, buena. Vuelve a sonar el móvil, cambio en la agenda, uno de los premiados, que tiene tantos años como labia, prefiere hacer las entrevistas de dos en dos. Abreviando que es gerundio. Iremos al grano. Un café, una pasta, un bombón, la sobremesa perfecta. De hotel en hotel, como un rockero.
Del hotel con el Centro de Prensa al Reconquista y así sucesivamente. Bueno, son tres pasos. A la sala de conferencias. Sentadito me quedé. Nanai, faltan los auriculares de la traducción. Ya está. Increíble, también funcionan. Y el traductor, igualmente, todo él simultáneo. En el estrado, un sociólogo de 85 años, pero lúcido como un doctorando, el polaco Zygmunt Bauman : «El problema de las sociedades modernas es la gente redundante». Para entendernos, los que sobran, los que sobramos. A Zapatero también le ha salido gente redundante por un tubo . Sin embargo, por aquí, todo el mundo dice que el redundante es él.
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