LIGA DE CAMPEONES
El Madrid más hambriento devora al Milán
La mayor ambición y la intensidad del Real Madrid desbaratan a un equipo italiano demasiado especulativo y sin mordiente en ataque
JOSÉ MANUEL CUÉLLAR
Un asunto de juventud pero más que de años, de juventud hambrienta, una hambruna rayana en la obsesión por los títulos, ausentes durante años. Eso movió al Madrid ante un Milan profesional , entrado en años, con sabiduría, pero sin la intensidad que la ... gente de Mourinho puso por momentos. Sólo por momentos, eso sí.
Un tirón en el primer tramo, con espléndido botín, y otro arreón en los minutos finales de un periodo alternativo. En medio de los dos huracanados Madrid, el Milan se hizo con el balón y lo manejó. Aquí y allí, con toque, con pulcritud, con aseo, con aburrida limpieza. Tanto toque derivó en un único tiro de Seedorf allá por la media hora mientras que el resto era especulación tramposa. Tengo el balón y lo miro con bonitos ojos, lo limpio, lo desplazo con movimientos estéticos pero en la hora del estoque aquello era madera o espada de goma convertida por un Pepe impecable, rápido, contundente, sin un gesto para la galería.
Al Madrid le bastó un alud de velocidad y juego que le duró quince minutos, suficientes para que Cristiano aprovechase una gentileza de Seedorf, que recordó viejos tiempos para quitarse de la barrera y hacerle a Amelia un agujero de proporciones gigantescas. Eso no se le hace a un amigo, Clarence. Sin apenas tiempo, Ozil se alió con Bonera para despistar al portero italiano. Eso no se le hace a un compañero, Daniele.
Fue meter dos goles y el Madrid se hizo equipo pequeño. Cedió en la presión y le regaló el verde al Milan, de manera bastante decepcionante, todo sea dicho. Lo hizo cual conjunto inferior que quisiera aprovechar una contra. Un camino excesivamente fácil para un equipo grande.
El Milan es un conjunto de señores bastante mayores, pero si le dejas el cuero y tiempo y espacio para jugarlo te hace un siete y te mete un rejonazo que te deja tieso. No lo hizo porque estuvo premioso, en la frontera con la prepotencia, a la que si no llegó fue por milímetros. Así que todo lo que hizo se quedó en tiros con pistolas de agua.
Cuando el Real recuperó el resuello y los gritos de Mou desde la banda despertaron a la bestia, los blancos se fueron a por los italianos con el sable en los dientes y el florete y la navaja en las manos. Un ramalazo de egoísmo desbarató el empellón. Di María chupó cual Cristiano e Higuaín, desaparecido en combate, pagó la inactividad.
Puestos a especular la segunda parte fue de mírame y no me toques por parte de ambos. Si cabe, el que más hizo fue el Madrid, que fue más directo, ambicioso y activo. El Milan tuvo alguna, pero sin convicción, con cierto apego al espejo, a su propio ombligo, todo sin excesiva pegada. Demasiada algarabía y pocos dientes para morder. Por tres avances de regodeo milanista , el Madrid contestaba con una arrancada de fiereza de Cristiano o un avance bailarín de Ozil, pleno de clase y elegancia. Entre ambos tejieron los mejores momentos de un Madrid que, en líneas generales, a rachas, pero ambiciosas, fue mejor que su rival. Este tuvo su minuto de gloria casi al final pero Casillas no estaba para tonterías.
Final valeroso
El intento final del Milan fue valeroso, pero poco efectivo. El Madrid amenazó más y se llevó un triunfo que casi le coloca en la siguiente ronda. Ganó bien, con mucho brío y una intensidad que acabó por desbordar a un rival demasiado premioso. El grupo de Mou pinta más que bien.
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