Marin Alsop: «La música no resolverá los problemas del mundo, pero nos ayudaría a gestionarlos mejor»

La aclamada directora visita cinco ciudades españolas junto a la Sinfónica de la Radio de Viena

Marin Alsop, en una imagen promocional Adrienne White

Pep Gorgori

Fue discípulo de Leonard Bernstein, y hoy se cuenta entre la élite de la dirección orquestal. La directora Marin Alsop (Nueva York, 1956) lleva décadas rompiendo barreras y cosechando una larga lista logros obtenidos por una mujer por primera vez: ha sido la primera directora titular ... de algunas de las principales orquestas de países como Estados Unidos, Reino Unido y Austria. En 2013, fue la primera en dirigir el concierto de clausura de los BBC Proms. Se podría decir que, solamente le falta –de momento– ser la primera en dirigir el concierto de Año Nuevo en Viena. Con la Sinfónica de la Radio de Viena, precisamente, visita España esta semana. Su gira, de cinco días, empieza hoy en el Auditorio Nacional e irá también a Barcelona, Zaragoza, Alicante y San Sebastián.

Usted no iba para directora, sino para pianista.

Sí, en efecto [ríe]. Mis padres me trajeron al mundo para que fuera pianista. Ambos eran músicos profesionales: mi padre, violinista; mi madre, chelista. Así que se dijeron: necesitamos un pianista, hagamos uno. Y nací yo. Pero yo odiaba el piano. Simplemente, no era mi instrumento. Lo dejé cuando tenía 6 años y lo cambié por el violín, que resonaba conmigo, sentía que me hablaba.

¿Ha recuperado la relación con el piano?

Dirijo muchos conciertos para piano, y me gustan mucho, pero el piano lo toca otra persona. Es un detalle importante.

¿Cómo pasó de violinista a directora?

Un día mi padre me llevó a un concierto. El director se puso a hablar con el público, a moverse por el escenario... Era tan entusiasta que parecía que fuera el mejor día de su vida. Al salir, le dije a mi padre que me gustaría ser directora y pasármelo así de bien. Yo tenía nueve años, y el director era Leonard Bernstein.

Y sus padres, ¿qué dijeron?

Al día siguiente, cuando fui a desayunar, mi padre me había dejado sobre la mesa una cajita. La abrí, y estaba llena de batutas. Así supe que los tenía de mi parte.

Bernstein acabó siendo su maestro.

Fue un sueño hecho realidad. Nunca sabías hacia dónde te haría ir, qué pregunta te haría, o sobre qué tema entablaría conversación. No era un hombre de moderación, era un hombre de extremos. Si no vivíamos en una montaña rusa, no estaba contento. De las lecciones más grandes que aprendí de él es que el trabajo de un director es ser el mensajero del compositor. Tenemos que contar esa historia que el compositor quería que el público escuchase. Bernstein era un gran narrador de historias.

Una vez le dijo a un colega, refiriéndose a usted: «Es una novata, tengo que patearle el trasero».

[Ríe] Bueno, él consideraba que yo era una directora joven a la que valía la pena observar. Creo que diciendo estas cosas demostraba que le interesabas. Nunca podía hacerte un cumplido sin darte una colleja justo después. Era muy típico de Lenny. Lo que cuenta es que tenía la visión de ayudar a sus alumnos a coger impulso, plantearles retos para que llegaran a dar lo mejor de sí mismos. Él me aceptó como soy, y eso fue un gran apoyo para mí.

Alsop, junto a Leonard Bernstein Walter Scott

Y usted, ¿siente la tentación de patear traseros?

No, no, creo que soy bastante afable. Sí que para motivar a los alumnos puedo parecer algo loca, gesticulando, por ejemplo, pero para mí eso siempre está al servicio de la música, como lo estaba para Bernstein. Yo intento inculcar que no se trata de ser mejor que los demás, sino de llegar a ser la mejor versión posible de ti mismo.

¿Cómo ve el futuro de los conciertos de música clásica?

Necesitamos continuar derribando barreras y abriendo puertas. Esto empieza con los niños pequeños. Si les abrimos la puerta a este increíble mundo de la imaginación, del trabajo en equipo, de escuchar a los demás, no solamente estaremos creando el público del futuro, sino también les estaremos ayudando a resolver los problemas a los que se enfrentarán de adultos. La música enseña a ser tolerante y a escucharnos los unos a los otros. La música no resolverá los problemas del mundo, no soy tan ingenua como para pensar eso, pero nos ayudaría a gestionarlos mejor, de una manera más sana.

¿Será usted la primera mujer en dirigir a la Filarmónica de Viena en un concierto de Año Nuevo?

Mire: si me llaman, lo tomaré en consideración. Pero mándenles cartas, por favor. Muchas cartas. Es la única manera [ríe].

 

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