Lejos de ítaca

Vía muerta

Ni soy una adolescente para el tren europeo, ni una abuela para el cine de los martes: estoy en una edad tonta

Higinio, asesor político

Una de las seis Grand Suites del tren Venice Simplon-Orient-Express

Confieso mi debilidad por los trenes; pero no como coleccionista de juguetes o usuaria habitual del AVE a Sevilla o Valladolid. En mi caso se trata de una especie de voyerismo ferroviario de categoría romántico-literaria. Una afición que se inició en las tardes interminables ... en casa de los abuelos, con los que me sentaba a ver una serie que les fascinaba: 'Las aventuras de Sherlock Holmes', gracias a la cual los trenes terminaron fijados en mi imaginario como sinónimos de misterio, elegancia y libros. Por eso, cuando hace unos días oí la doble promesa de nuestro presidente del Gobierno consistente en fomentar cine y trenes, mi mundo se iluminó. Por desgracia duró poco; exactamente el tiempo que empleé en tomar conciencia de mí misma con respecto a los grupos vulnerables de la sociedad. Y es que resulta que ni soy una adolescente para el tren europeo, ni una abuela para el cine de los martes; estoy en esa edad tonta de ni «fuh ni fah», que diría Camba, o sea que de momento solo le sirvo al Gobierno para pagar impuestos.

Todo llegará, pensé, sobre todo lo de ser abuela; pero luego caí en la cuenta de que había un pequeño fallo de enfoque en la promesa de Sánchez: sería muchísimo más coherente, más efectivo y más humano si nuestros mayores fuesen los próximos usuarios del Interrail y a los jóvenes los invitaran (o los obligaran, siempre por su bien) a ir al cine una vez a la semana. Porque ya puestos a mirar pantallas, que es exactamente lo que los chicos hacen con sus móviles, sus chats y sus selfis mientras sus trenes surcan los misterios culturales del viejo continente, que aprendan de verdad, sentados en las butacas de los cines, a viajar por Europa con Visconti, Buñuel, Germi, Truffaut, Murnau, De Sica o Garci. Y a los abuelos saquémoslos de las residencias, la soledad y el olvido, y devolvámosles aquella Europa que les pertenece, porque fueron ellos quienes la reconstruyeron sacrificando tantas cosas, incluida la libertad. Esa que ahora les queremos devolver al módico precio de dos euros la entrada.

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