Llega el hito operístico de la temporada en Berlín, el 'Anillo' de Thielemann

El director berlinés tiene ya todas las papeletas para suceder a Barenboim

Christian Thielemann durante el concierto de Año Nuevo en Viena en 2019 AFP

Rosalía Sánchez

Corresponsal en Berlín

La atronadora ovación al estreno de anoche, que hizo temblar los cimientos de la Staatsoper de Berlín, dejó dos cosas muy claras: que nos encontramos ante el hito operístico de la temporada y que Christian Thielemann tiene todas las papeletas para suceder aBarenboim ... en la dirección de la ópera estatal de la capital alemana cuando termine el contrato del argentino, en 2027, o incluso quizá antes.

Este proyecto gigantesco, una nueva producción del 'Anillo' en cuatro noches, en solo una semana, había sido programada inicialmente como homenaje a Barenboim, que lo dirigiría para celebrar su 80º cumpleaños, que es en noviembre. Sin embargo sus problemas de salud, una vasculitis que lo mantiene lejos de la batuta desde hace meses, obligaron a buscar a toda prisa sustituto y la institución apuntó a lo más alto.

Thielemann conoce el 'Anillo' como la palma de su mano y empuja a la orquesta al extremo y la perfección en todos los aspectos: dinámico, tonalmente y en términos de flexibilidad. Aunque los ensayos han debido constreñirse a una agenda muy reducida, su dominio sobre la Staatskapelle, tan moldeada por Barenboim, es innegable y en el foso se percibe un estado de mayor concentración, un efecto de succión que maximiza la expresión. Apunta a Furtwängler, aunque reconoce también la influencia de Bruno Walter, Mengelberg o Konwitschny, y no escapa al influjo de la sala de conferencias de Unter den Linden, donde cuelgan los retratos, en blanco y negro, de todos los grandes directores de la institución.

Sana competencia

La relación de Thielemann con Barenboim comenzó en Berlín, su ciudad natal. Le tocó el piano en los ensayos de Tristán en la Deutsche Oper, institución que Thilemann dirigiría después, entre 1997 y 2004. La sana competencia entre los dos directores al frente de las dos grandes óperas de Berlín dio como fruto noches musicales excelsas en la capital alemana.

Se marchó porque la política se había metido a gestionar la programación, había planes de fusiones abrumadoras y se refugió en Múnich, Bayreuth y Dresde, mientras se convertía en el indiscutible mejor director del repertorio romántico alemán. Dirigir en Berlín es para él un acontecimiento personal. De chiquillo cruzaba la frontera bajo vigilancia de los «vopos» para escuchar conciertos en la Staatsoper y ha mantenido ese sentido conservador y estricto de la dirección, sin que para nada su música suene a «viejo alemán».

Exige que los cantantes pronuncien hasta la última consonante, pero su Wagner es ligero, transparente y a veces irónico. Es consciente de toda la herencia, responsabilidad y poder que le confiere el hecho de ponerse en el dedo el anillo de Berlín.

Además le preocupa la elegancia y se implica en la idea de la dirección de escena, a cargo de Dmitri Tcherniakov, también ovacionado, que ya realizó 'Parsifal' y 'Tristán e Isolda' con Barenboim y que sitúa ahora la acción de 'El oro de Rihn' en los años sesenta, en un laboratorio de investigación sobre el comportamiento humano de aspecto soviético, cuyas numerosas salas, pasillos y sótanos recogen las esquinas de la confusa historia de Wagner.

Lo mítico y lo cotidiano

Alberich (Johannes Martin Kränzle) es un sujeto de prueba de las hijas del Rin, una cobaya humana. Tcherniakov también reduce en gran medida a Wotan (Michael Volle), sus compañeros dioses, los gigantes y los enanos, a sus características humanas. Los abismos míticos de Wagner adquieren así una mueca cotidiana, el desarrollo del drama aprovecha todas las posibilidades del nuevo escenario de la Staatsoper, con sus múltiples ascensores, y se centra en el libreto, la música y el juego ambiguo de los actores.

Hubo abundantes gritos de 'bravo' y aplausos sostenidos para los solistas Kränzle y Michael Volle, especialmente también para Anna Kissjudit como Erda y Mika Kares en el papel de Fasolt. Rolando Villazón recibió sin embargo una acogida mixta, seguramente porque el público de Thielemann aprecia menos su comicidad que el de Baremboim y busca un Loge más dramático y apegado a la esencia. También pareció disgustar al respetable el único guiño que se permitió la producción a la ideología de género, una reacción en voz alta impensable hace solo unos años. Aparentemente hastiado de la tendencia contraria, el público parece desear escuchar a hombres en los papeles masculinos y a mujeres en los papeles femeninos. Otro signo de que nos encontramos ante un punto de inflexión.

Este ciclo del 'Anillo' permite mirar en la bola de cristal, contemplar durante una semana como será la ópera de Berlín en un futuro no tan lejano, o cómo podría haber sido en caso de que el destino, o los dioses operísticos, emprendan otros derroteros.

Artículo solo para suscriptores
Tu suscripción al mejor periodismo
Anual
Un año por 15€
110€ 15€ Después de 1 año, 110€/año
Mensual
5 meses por 1€/mes
10'99€ 1€ Después de 5 meses, 10,99€/mes

Renovación a precio de tarifa vigente | Cancela cuando quieras

Ver comentarios