Andrés Amorós: «Algunas de las personas más inteligentes que he conocido en esta vida eran toreros»
El escritor y crítico taurino publica 'La inteligencia del toreo', con entrevistas a 18 históricos toreros, el fotógrafo Cano y Vargas Llosa
Andrés Amorós: «Azorín, clásico vivo»
Adrián G. Peñacoba
Madrid
Resulta difícil resumir una carrera como la de Andrés Amorós. Catedrático de Literatura, doctor en filología, escritor, ensayista, comisario, crítico de arte... Es buen amante del fútbol, la música y, por supuesto, los toros. Su padre fue su puente a las plazas y la ... puerta temprana a un mundo rebosante de figuras, embestidas y muletas. Un lugar donde era habitual la tertulia con actores, escritores e intelectuales extraordinarios de España y de Estados Unidos, de quienes –no hay más que ver su expediente– tomó buena nota. Amigo de Marcial Lalanda, Morante de la Puebla, los Dominguín, Luis Miguel, Vargas Llosa o Cortázar, ahora rinde tributo de nuevo a su gran pasión. 'La inteligencia del toreo: de Marcial Lalanda a Vargas Llosa' es una recopilación de sus encuentros con 18 grandes figuras del toreo, el fotógrafo Cano y el escritor Mario Vargas Llosa.
Por estas conversaciones históricas realizadas en ABC ha recibido el premio Fábula Literaria del Círculo de la Dinastía Bienvenida. En esas entrevistas a Joselito, El Juli, Pepe Luis Vázquez, Manuel Vázquez o Iván Fandiño hay una clara intención de definir lo intangible, lo que hay más allá del toreo, la inteligencia consustancial a quien vive la verdad de su oficio hasta la última de las consecuencias.
«Soñar el toreo es aún más hermoso que torear», dijo Morante a Amorós en su casa de La Puebla, en Sevilla. Y soñar el toreo es algo que el escritor conoce bien: desde muy niño le envuelve, persigue y obsesiona. El libro es un homenaje a tantas a figuras emblemáticas aunque durante sus conversaciones no puede evitar mencionar a aquellos que empujaron el arte del toreo con retórica de ensueño: García Lorca, Hemingway, Ortega y Gasset o Miguel Hernández. «Lorca decía: Los toros son la fiesta más culta que hay hoy en el mundo», defiende el ensayista con su palabra siempre afilada.
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No es casual que el título de la obra hable de una inteligencia muy particular. Manolo Vázquez cuenta a su interlocutor cómo al día siguiente de escuchar una conferencia de Severo Ochoa en Sevilla, le buscó y le dijo lo siguiente: «Lo de usted es muy difícil y es muy importante, pero si se equivoca, al día siguiente repite el experimento. Lo mío es más difícil: si yo me equivoco delante de un toro, me mata». A pesar de que muchos de estos toreros no han estudiado «prácticamente nada», poseen una «inteligencia natural extraordinaria» que les hace distinguirse por encima de su valentía, establece el literato. «Para ser un gran torero, aparte de tener valor, de tener arte, de conectar con el público, de tener ambición y de muchas cosas, hay que ser inteligente. Sobre todo, para ver el toro», asegura el escritor, quien después de estudiar y vivir la Fiesta durante toda su vida, explica que «los que más saben de toros son los toreros, claro».
Las anécdotas campan en la profunda memoria de Amorós y salen a la superficie como certezas en sus argumentos: «A Domingo Ortega le llamaban el paleto de Borox y se acabó haciendo amigo de Ortega y Gasset, de Marañón, de Jiménez Díaz, de los más grandes de España». «Era un filósofo profundísimo como puede serlo un campesino castellano sin estudiar en la universidad», esgrime. «Eso era Joselito el Gallo, hace muchos años. Eso era Marcial Lalanda, también Pepe Luis Vázquez y Luis Miguel Dominguín», enumera el autor. «Todos estos son de las personas más inteligentes que yo he conocido en esta vida, y además han sido normalmente niños prodigios: algunos a los nueve años ya estaban esperando a ser toreros, ya lo sabían todo», menciona sobre diestros a los que considera «genios desde pequeños, como Picasso o como Mozart».
El ensayista lamenta el alejamiento de intelectuales con respecto a los toros en la actualidad. «Hay un momento en el que se produce la mayor cercanía, con la Generación del 27. Un personaje sirve de mecenas del grupo: Ignacio Sánchez Mejías. Él era extraordinario, como torero y como persona», comenta sobre un espada al que ha estudiado sin cansarse, con varios libros publicados sobre su vida y gestas. «Escribió teatro y pilotaba aviones: valía para todo», agrega.
Su amigo, Vargas Llosa, es «un apasionado de los toros» que los defiende con orgullo. En la entrevista, el Nobel explica que «ni siquiera cuando estaba en primera línea de política recibía tanto odio» como cuando defiende la tauromaquia. Amorós expresa que se debe a un «animalismo mal entendido, exagerado y absurdo», aunque también esgrime que siempre hay una razón política: «Es como cuando en Cataluña se decía 'los toros huelen a España' y después intentaron prohibirlos». Lo cierto es que «los toros están reconocidos por ley, que no solo son un espectáculo legítimo y legal, sino que forman parte del Patrimonio Cultural Inmaterial de España», sentencia el escritor.
La profesión con más verdad
Del torero Juan Belmonte, Amorós destaca una frase: «Se torea como se es». Porque en el ruedo, el torero se juega la carrera, la gloria y la vida. «Es posible que haya mucha mentira alrededor en el mundo. En los críticos, en los ganaderos, en los empresarios... Pero hay una cosa que es la verdad del toro», valora el escritor, que explica que en el ruedo no hay mentira; como la vida, se compone de verdad.
El caso más paradigmático y triste, fue el de Iván Fandiño, el último torero español que murió en la plaza. Era un diestro irreverente, valeroso y uno de los más honestos: «Yo soy el único dueño de mi carrera, de mi libertad. Quiero gobernar siempre mi vida», le dijo a Amorós tres años antes de morir por una cornada que le atravesó el hígado, un pulmón y un riñón. «Era una persona que era muy de verdad, era lo que él quería, lo que él buscaba», expresa el escritor. «De hecho, cuando tuvo éxito no quiso entrar con apoderados importantes», detalla sobre un hombre que defendió la profesión con más verdad del mundo.
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